Bruselas, los tranvías.
Escoger una ciudad en la que vivir. Sin saber siquiera por cuánto tiempo. Arriesgarse a que ella, como tienen la costumbre de hacer a veces las ciudades, no te deje volver.
Basas la elección en un familiar a penas conocido, en los cantos de sirena de contratos no basura y una cierta comodidad con el idioma local. Con uno de los idiomas locales.
Te presentas allí un buen día, respiras de su aire, calibras impresiones.
¿Y ahora? ¿Qué hacer para conocer Bruselas?
Lo normal sería esperar, verlas venir, ir construyendo una vida y dejar que los lugares lleguen en el orden que el momento sugiera.
En lugar de eso, pides en ventanilla el mapa completo del transporte urbano. Lo lees atentamente. Exploras con el dedo las dos líneas de metro y sus bifurcaciones. Sigues con la mirada algunas de las veinte de tram o las cincuenta de bus.
Tienes tiempo, es decir, tienes ahorros. Y decides que vas a seguirlas todas caminando. Que recorrerás cada uno de los trazos coloreados de ese mapa. De esa manera pasarás, sindudamente, muchas veces por los lugares céntricos, los actividad y encuentro. Quizá una o dos veces por las zonas satélite o barrios industriales no tan interesantes.
En cualquier caso, una razón para levantarse en las mañanas ambiguas en las que nadie te espera. Calzarse unas botas, cargar la mochila, caminar.
jajajajajaja… buenísimo! Creo que era Mark Twain que decía que la mejor solución cuando te duele la cabeza es martillarte un dedo… Cambia una cosa por otra que es más soportable.
No había oído lo de Twain, al menos de esa forma. Pero estoy pensado que tendría cierto sentido, incluso biológico. Seguramente, el cuerpo empiece a segregar endorfinas a chorro y la cabeza te duela menos… Eso sí, mejor que haga otro la prueba. Yo tiraré de ibuprofeno. ;)