Bruselas, abandonarla
Finalmente te das cuentas de que a Bruselas, no volverás nunca. Ya no será volver. Será ir. Porque tu punto de referencia va a ser ya siempre otro. Porque de tu gente, que en definitiva es lo mismo que decir tu escenario o tu ciudad, irán quedando menos cada vez. Y sus matices, también, serán muy otros.
Toca empaquetar y hacer papeles. Y a perder la paciencia en ventanillas de un belguismo irreductible. E ir corriendo, despidiéndote mentalmente de los recorridos habituales, de la 48 y la 55 y la 3-23. Y decir cien y una veces que te marchas a ciento y un pares de ojos que definen con su expresión exactamente quién has sido para ellos.
Preparar varias fiestas, repartir abrazos, seguir una vez más ese camino al aeropuerto que, contra toda razón, crees que en esta ocasión recordarás toda tu vida. Y es mentira. Porque uno siempre cree que su momento presente es el importante. Y la memoria, desprecia sin pudor cualquier detalle pasado.
Tal vez por eso escribas. Para otorgar a cada momento su importancia. Dejar una marca en el camino a la que poder volver a entrevistarte en algún futuro posible, cuando ya no sepas quién fuiste.
“Bruselas, abandonarla”, llamas a este último texto. Lo haces así, porque te resulta mucho más cómodo de ver ese lado de la moneda que su complementario inevitable:
“Bruselas, que te abandone”.
jajajajajaja… buenísimo! Creo que era Mark Twain que decía que la mejor solución cuando te duele la cabeza es martillarte un dedo… Cambia una cosa por otra que es más soportable.
No había oído lo de Twain, al menos de esa forma. Pero estoy pensado que tendría cierto sentido, incluso biológico. Seguramente, el cuerpo empiece a segregar endorfinas a chorro y la cabeza te duela menos… Eso sí, mejor que haga otro la prueba. Yo tiraré de ibuprofeno. ;)