Bruselas, trabajar en una multinacional (II)
En Enero todos los empleados hemos de firmar la aceptación del “código de conducta e igualdad de oportunidades”. Tengo dos horas para leer el documento y, en lugar de firmarlo y volver al trabajo como hacen todos, decido leerlo. Qué carajo, es mi derecho. Y descubro algo fascinante.
Según las leyes federales de los Estados Unidos, -insisto, las federales, las que afectan a todos y cada uno de los estados- la población mundial se divide en cinco razas. Esta “Race Classification”, así se llama, resulta de lo más reveladora de la visión del mundo yankee. La población mundial se divide en estas cinco razas y cito textualmente:
·Indio Americano/Nativo de Alaska: Todas las personas con orígenes en cualquiera de los pueblos originarios de Norteamérica o que mantenga identificación cultural a través de afiliación a la tribu o reconocimiento en la comunidad.
·Asiático / Isleño del Pacífico: Todas las personas con orígenes en cualquier pueblo de Oriente Lejano, sudeste de Asia, el subcontinente indio o las islas del pacífico. Esta área incluye, por ejemplo, China, Japón, Corea, Filipinas o Samoa.
·Negro: Todas las personas con orígenes en cualquiera de los grupos raciales Negros de África que no sean de origen Hispano.
·Hispano: Todas las personas de Méjico, Puerto Rico, Cuba, Centroamérica, Sudamérica u otra cultura u origen Español, independientemente de la raza.
·Blanco: Todas las personas con orígenes en los pueblos originarios de Europa, Norte de África y Oriente medio que no sean de origen Hispano.
Releo una y otra vez esta clasificación, intentando asimilar semejante colección de despropósitos. Incrédulo de que una división como esa pueda seguir vigente en pleno siglo XXI, en pleno auge de la migración y el mestizaje, y en pleno primer mundo. Más aún, en el país que define lo que es el primer mundo.
En primer lugar, categoriza como raza independiente –a la que se puede pertenecer por afinidad cultural– a los indios americanos del norte. Pero ojo, sólo a los del norte, a los suyos. No se vaya a confundir a ese pueblo digno y honorable, merecedor de reservas y casinos, con los indígenas, por ejemplo, de los andes. Es evidente que son una raza completamente distinta.
No así por ejemplo, los chinos, filipinos, maoríes e indios de la India. Eso es la misma raza, aunque no coincidan sus rasgos, ni su color de piel, ni su cultura. O como los blancos, claro. Que son aquellos de origen europeo, oriente medio y norte de África. Se me ocure, no sé, que tal vez se considere un mal menor incluir a los egipcios o saudíes en el mismo paquete que los suecos, si con eso se contentan los israelíes.
Pero eso sí, los que no son blancos, en ningún caso, son aquellos que provengan de una cultura Española. Y aquí recalcan explícitamente la cultura e incluso el país. Es curioso que lo digan de ese modo. Porque, por poner un ejemplo, no se hace ninguna distinción con los brasileños, que son sudamericanos pero que no provienen de una cultura española. ¿Qué es lo que son entonces los brasileños? ¿No estarán insinuando que la cultura portuguesa y española son la misma?
Pero el absurdo último, el que es verdaderamente incomparable, es que en una clasificación racial se define al Hispano como tal según su cultura e independientemente de la raza. ¿Qué es esto? ¿Una clasificación de razas que hace referencia a alguna “otra” clasificación de razas? ¿Existe, y queda sin definir, alguna categorización previa? Al final será verdad aquello de que, sin el prejuicio, el eufemismo no tiene sentido.
En cualquier caso, me hace gracia eso de plantear clasificaciones que se deslegitiman a sí mismas. Me recuerda ese texto de Borges en el que hace referencia a “cierta enciclopedia china que se titula Emporio celestial de conocimientos benévolos. En sus remotas páginas está escrito que los animales se dividen en (a) pertenecientes al Emperador, (b) embalsamados, (c) amaestrados, (d) lechones, (e) sirenas, (f) fabulosos, (g) perros sueltos, (h) incluidos en esta clasificación, (i) que se agitan como locos, (j) innumerables, (k) dibujados con un pincel finísimo de pelo de camello, (l) etcétera, (m) que acaban de romper el jarrón, (n) que de lejos parecen moscas”…
jajajajajaja… buenísimo! Creo que era Mark Twain que decía que la mejor solución cuando te duele la cabeza es martillarte un dedo… Cambia una cosa por otra que es más soportable.
No había oído lo de Twain, al menos de esa forma. Pero estoy pensado que tendría cierto sentido, incluso biológico. Seguramente, el cuerpo empiece a segregar endorfinas a chorro y la cabeza te duela menos… Eso sí, mejor que haga otro la prueba. Yo tiraré de ibuprofeno. ;)