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Sin duda es legítimo preguntar cómo lo ves. Si medio vacío o medio lleno.
Podrías también preguntarte de qué lo está. O cómo querrías que estuviese, si así esperabas encontrarlo, qué explica su actual estado y si éste es estacionario o transitorio. Por supuesto cabría identificar el material del recipiente y las condiciones de su entorno. Preguntarte entonces qué ocurriría en caso de chubasco, si está a cubierto ¿O a la sombra? ¿Cual será, previsiblemente, su ritmo de evaporación? Podrías valorar cuánto sacarías por él. Y, en ese caso, plantearte si es necesario preservar su integridad, por ejemplo, ante un hipotético balonazo del hijo del vecino, el de rodillas peladas. O si, por el contario, nos es indiferente, incluso ventajoso, que se haga añicos y encontrar por fin la excusa para tirar los últimos restos del lote, que además están ya muy rallados, y comprarse unos nuevos un poco más monos. Tal vez, nada te lleva a afirmar lo contrario, el ínclito vaso esté flotando en la atmósfera de Júpiter, se trate de un ser vivo, disponga de funcionalidades autorefrigerantes o tenga una cierta e inexplicable capacidad para la absorción de rayos gamma. Ah, o que cure enfermedades, como ese prurito tuyo, en todo punto invivible, aunque esté -medio vacío o medio lleno- de placebo.
Importante, sin duda, es cuán importante es para ti la respuesta a cada una de esas preguntas.
Cómo te aporta sentido -a ti- el puto vaso.
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– Mapa del poemario –
Eres mi público si… / Yo somos muchos /Está ocurriendo / Miedo I / Recuérdalo / Tampoco esta noche / No se lo digas a nadie / Miedo II / El vaso / Ley de vida /Transitar el verano
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