La oscuridad es completa. Camino, y los pasos que escucho no son mios.
Los cometas perforan el cielo con sus ojos atentos.
La estela coloreada de un ave impresente avanza en trayectorias curvilíneas. Y de la guitarra sólo existe el chasquido de las cuerdas.
Una colonia de mariposas aletea efervescente un segundo. En algún lugar lejano y hueco, un instrumento se lamenta.
Se abren las puertas y caigo a través de ellas en un espacio de infinitas sedas palpitantes. Se entrecruzan mecidas por un viento caprichoso.
Un haz de lenta luz asciende y se proclama. Para cuando me decido a seguirlo, estoy sentado en el verdor solar de un prado. Es la hora de la hierba y de los juegos.
Pero de pronto, un estanque se revela. Un inverso y centelleante gotear escapa de su superficie como un millar de espejos. El aire se hace cristal vibrante y se reconfigura en templo.
Subo por la doble escalera helicoidal tallada en voces. Y todo cuanto existe gira sobre su eje común. Trepando, progresando a sacudidas, a borbotones ingrávidos que me adelantan, que me superan, que me dejan atrás
y los veo alejarse en su danza ajena a mí y a este vacío.
Agazaparase hasta tanto el reflejo sea el nuestro.
Abrazos. Me gustó encontrarte.
Gracias, Alicia.
Veo que estás muy metida en estos asuntos. Nos vemos en G+. ;)