Notas a «La Cámara del Pastor»

(No debería hacer falta, pero no  me resisto a explicar de dónde viene el relato de «La Cámara del Pastor«)

La semana pasada leí un interesantísimo artículo sobre la posibilidad de almacenar cualquier tipo de información en ADN. El titular era ligeramente sensacionalista «Consiguen grabar imágenes y todos los sonetos de Shakespeare en ADN«, pero tampoco tanto. Porque lo verdaderamente importante era el hecho de que se ha conseguido grabar cualquier información arbitraria en ese tipo de soporte, de estructura. ¿Qué más da que sean los sonetos de Shakespeare que la libreta de contactos de mi móvil? El tema es bastante guapo ya de por sí.

Al final del artículo, Nick Goldman, uno de los investigadores, decía:

«Hemos creado este código fiable usando una forma molecular que sabemos que va a durar, en las condiciones adecuadas, unos 10.000 años e incluso más. (…) Siempre que alguien conozca el código, podrá leerlo de nuevo; si se tiene una máquina capaz de leer ADN».

Esa última frase es la que empujó la primera pieza del dominó en mi cabeza.

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(…bueno, seguro que llega alguien que sabe y me dice que es más bien esto:)

Desde http://helektron.com/situaciones-en-la-vida-de-un-programador/

Porque ocurre que el ADN, para lo que sirve realmente, es para codificar proteínas. O, dicho de otro modo: «contiene instrucciones genéticas usadas en el desarrollo y funcionamiento de todos los organismos vivos conocidos«.

Desarrollo y funcionamiento. Si los señores del experimento han sido capaces de convertirlo (en cierto modo «degradarlo») a un mero «almacén de datos», ¿por qué no explotar su verdadero potencial como generador de estructuras vivas, con todos sus procesos y sus características?

¿Por qué no en vez de hacer una «máquina» capaz de leer ADN  imaginamos un organismo vivo que interprete los datos de ese ADN para que lo pueda leer cualquiera?

¿Por qué no inventar un ser que lleve embebida esa capacidad de lectura/decodificación en su propio ADN?

En un primer momento pensé en algún tipo de árbol o planta que lo hiciera. Pero no terminaba de verlo claro. Así que recurrí a mi amigo con el que hablo de cosas raras, que es muy ecólogo (no confundir con ecologista) y me dijo algo parecido a «déjate de árboles, piensa en micelios, hongos, líquenes o así«. Los hongos, además, pueden enquistarse en esporas que, en las condiciones adecuadas, permanecen aletargados y vivos durante periodos de tiempo inmensos. También pensamos en ciertos tipos de bacterias, pero un hongo, un micelio, es además un organismo «único». Que puede crecer muchísimo, de manera informe, pero es una misma entidad pluricelular.

Así que ahí estaba el decodificador. Ésa era «la máquina» que pedía Goldman.

Pero ¿y los datos? Imaginemos que tenemos un disco duro con los «bits» guardados. En forma de Adenina-Guanina-Citosina-Timina, pero bits, al fin y al cabo. ¿Cómo podríamos introducir en el ADN del hongo estas otras cadenas de ADN «extraño», en el que está la información «a leer»? ¿Cómo metemos el DVD para que lo lea el reproductor?

Y esto fue más fácil. Porque resulta que es exactamente así como funcionan los virus.

¿Imaginemos utilizar virus controlados, con un ADN codificado, que no matara a la célula sino que, sencillamente, le pusiera a «imprimir páginas» de información perfectamente analógica y legible con los ojos desnudos, sin hacer uso de ningún tipo de tecnología? Además, los virus son inertes y prácticamente no se degradan en condiciones ambientales. Están «muertos» fuera de una célula que los hospede. Nos vale para el paso de los siglos.

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Así que estupendo. Ya tenemos todo lo necesario -en lo que se refiere a la imaginación- para mandar ingentes cantidades de datos desde el hoy hasta fechas tremendamente remotas. El Golden Disc del Voyager pero guardado en casa.

El resto del relato es ya más literario. ¿Quién podría encargarse de crear una «cápsula del tiempo» como ésta para enviar todo el conocimiento de la humanidad actual a posibles civilizaciones post-apocalípticas?

Y ahí, por supuesto, volví a pensar en la «Fundación del Largo Ahora«.

Por mi personalidad, es una organización cuya actividad me resulta fascinante. De la que he hablado unas cuantas veces y a la que le debo en parte el nombre de este blog o el hecho de que escriba los años con cinco dígitos.

Son los únicos suficientemente tarados que conozco como para invertir el tiempo y los recursos necesarios en un proyecto como el que planteo.

(¡Eh, quizá les dé la idea!

Eh… Quizá la hayan desechado ya…)

Traté de imaginar como concebirían el proyecto. Debía de ser algo capaz de sobrevivir a cataclismos y vueltas atrás en la civilización a estados de barbarie. Buscaba:

      • que aguantara miles de años sin mantenimiento
      • que permitiera ser entendida por cualquier criatura de inteligencia homo sapiens y que conociera la escritura o, al menos, pudiera concebirla. (Aquí se podría hilar más fino, lo reconozco).
      • que requiriera de un juego de instrucciones lo suficientemente simple como para ser tallado en roca
      • que pudiera utilizar únicamente materias primas y recursos naturales básicos (en este caso agua, polisacáridos -miel-, oscuridad y tiempo)
      • que fuera muy robusto a errores (imagino grandes cantidades de genes para codificar cada letra hasta ser visible)
      • que pudiera replicarse en muchos lugares del mundo
      • que fuera proporcionando la información en el orden adecuado para que el progreso fuera escalonado y, en lo posible, sin vueltas atrás ni errores. Habría que empezar por lo más sencillo y construir desde ahí.

No encuentro la cita exacta, pero estoy casi seguro de que fue Stanislaw Lem el que dijo que, a veces, la mejor manera de transmitir una idea científica es a través de la literatura, de historias que puedan llegar a cualquiera. Así que decidí escribir con todo esto el relato de «La Cámara del Pastor» (otro relato del futuro, que ya sabéis que es algo que me mola).

Por cierto que para la descripción del pastor y del clero me he basado bastante en el universo del clásico -no muy conocido en España- de la ciencia ficción «Cántico por Leibowitz» de Walter M. Miller. Seguro que hay otros muchos textos post-apocalípticos parecidos, pero tengo que admitir que ése es el que no me he podido quitar de la cabeza mientras escribía.

Al César, lo que es del César.

El resto escrituradlo rápido. Antes de que sea de los de dios.

**********

Actualización: Entonces, unos días más tarde, +Sonia Díez decidió publicar este post en su perfil de G+. Y comenzó el debate sobre como hilar más fino todo esto con +David Fernández y +Jesús Alonso Abad. Y me ha parecido que lo mínimo que podía hacer era compartirlo. Para profundizar y como agradecimiento público.

2 comentarios en “Notas a «La Cámara del Pastor»

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