Sobre los héroes

(Nota previa: Esta entrada está pensada para ser la introducción de una segunda que publicaré en breve.

En segundo lugar, algunas de las cosas que recojo aquí pueden resultar de sobra conocidas para aquellos que tengan una cierta formación en narratología. Sin embargo, creo que hay otras interesantes y algo más desconocidas. Así que al tomate.

La mayoría de la gente que se dedica a narrar, reconoce la existencia de unos pocos «argumentos universales» que han generado todas las historias de la humanidad. Creo que era Orson Welles el que decía que sólo existen dos historias: «alguien comienza un viaje» y «alguien llega a algún lugar». Luego, según autores, se habla de 5, de 9, de 20, 21… el número es lo de menos. Lo importante es que sólo existen unas cuantas historias que nos son narradas una y otra y otra vez desde el principio de los tiempos y que nunca nos cansaremos de escucharlas. (Por supuesto, hay quien no está de acuerdo con esta teoría, pero no me quiero alejar demasiado).

Una de las tramas que siempre aparece en cualquier clasificación de este tipo es la historia del héroe. Seguramente, el trabajo más importante al respecto lo hizo Joseph Campbell (un pájaro de esos que, si buscas «erudito» en el diccionario sale su foto) en su libro «El héroe de las mil caras«.

¿Y cómo es esa historia? Nos la sabemos todos: Un jovencito ingenuo de un lugar poco importante se ve obligado a realizar una misión para la que no está preparado. Pronto aparece un mentor que le enseña a utilizar su propio potencial antes de comenzar su viaje. Por el camino se encuentra miles de peligros que consigue superar, mientras descubre el amor, la amistad y los grandes ideales. Al comienzo del tercer acto llega hasta la capital del mal donde se enfrenta a todos los terrores conocidos en combate desigual. Pero finalmente consigue vencer y alzarse con la recompensa que, probablemente, beneficie a todos los hombres de buena voluntad.

En su magnífico -aunque un poco demasiado largo- artículo  «El Emperador de Todas las Cosas» Norman Spinard va un paso más allá. Habla de cómo se ha abusado de la estructura básica de la historia del héroe para generar éxitos comerciales y cómo se ha pervertido en lo que él llama, entre otras lindezas, «fantasías masturbatorias». Aquella que instala al lector-espectador en el salvador supremo, en la victoria definitiva del bien sobre un mal que de alguna manera termina encarnando el propio héroe.

¿Cual es la diferencia entre uno y otro? Le voy a dejar que lo diga al propio Norman, que se explica mejor que yo:

«Porque el Héroe de las Mil Caras, a diferencia del héroe del Emperador de Todas las Cosas, es un ser humano prototípico embarcado en una búsqueda mística.

Su guía es su maestro espiritual shamánico. Su viaje es la historia de su despertar espiritual. Libra batalla con las facetas más bajas de su propia naturaleza, ya sea de forma abierta o transmutadas en una imaginaria de villanos o monstruos. El inframundo o centro en el que por fin consigue penetrar, es el Vacío que hay en el centro de la Gran Rueda, el nivel de la mente donde el ego y la conciencia emergen de la base colectiva de la creación.

Y la batalla definitiva en el centro es la lucha por conseguir la fusión mística de su espíritu con el mundo, el clímax triunfal mediante el que obtiene una trascendencia espiritual con la que puede volver al mundo de los hombres como Portador de Luz e inspiración heroica».

Es decir, lo que mola del héroe de las mil caras, la razón por la que Luke Skywalker, Frodo Bolsón o Neo molan más que los héroes de baratillo es porque sus victorias definitivas son, mucho más que sobre la encarnación misma del mal, sobre sí mismos.

(…y de aquella manera en el caso de Frodo, por cierto).

12 comentarios en “Sobre los héroes

  1. Todo relato de viaje es un relato sobre un viaje interior. Desde el primer gran relato del héroe épico (Gilgamesh) hasta el último participan de esta condición. Uno de los autores que mejor ha tratado el tema de El viaje del héroe en España es Antonio Sánchez-Escalonilla, así que os recomiendo leer alguno de sus libros. También Propp y, especialmente, Cristopher Vogler. Quizás el relato que encarna mejor el tema del viaje «físico» como metáfora del viaje «interior» sea Odiseo. Los versos de Kavafis son geniales a este respecto: Cuando regreses a casa, Ulises, procura que tu viaje sea largo, rico en aventuras…

    Coincido con Orson Welles, uno de los mejores arranques para cualquier relato es «una llegada». La imagen de alguien llegando a un sitio, una comunidad, plantea de entrada infinidad de preguntas dramáticas y narrativas que serán resueltas a lo largo de la aventura: ningún arranque da más por menos -) ¿Quién es la persona que llega? ¿Qué quiere? ¿De dónde viene? ¿Huye? ¿De qué huye? ¿A dónde va? Todos conocéis películas que arrancar así, pero os recomiendo una quizás un poco menos conocida: «Bad day at Black Rock», con Spencer Tracy. Una de esas joyas un poco desconocidas, desgraciadamente.

  2. Anónimo:
    No conocía los textos de Antonio Sánchez-Escalonilla, pero me lo apunto por si alguna vez topo con él, al igual que a Propp, Vogler y la peli que cuentas. Gracias por ellos. A Kavafis, sin embargo, lo conozco bien. «Itaka no te engañó nunca» es una de esas frases que me llevo puestas.

    Someone:
    Por supuesto que todos tenemos -y mucho- de antihéroes. Y probablemente también de héroes. Por eso nos gustan ambas historias. Sin embargo, las historias de héroes han tenido mucha más aceptación a lo largo de los tiempos porque suponen relatos de superación. Porque nos estimulan y nos ayudan a creer y a superar nuestros retos. Los grandes grandes héroes no sólo vencen sobre sí mismos, sino que además hacen que su victoria revierta sobre el resto de la humanidad, al menos, como fuente de inspiración (no he profundizado mucho en eso en el artículo).

    Y, mucho ojo, yo no creo que ese tipo de héroes exista fuera de la narración. Me produce un inmenso rechazo la ficcionalización de la realidad. Esa tendencia tan yankee de hacer storytelling con la vida, para convertir a «el bombero del 11S» en un superhombre y a otros en villanos sin humanidad. Me resulta manipulador y falsario.

    Pero yo es que estaba hablando de escritura…

  3. Bueno, puede ser que mirado desde ese prisma sea cierto, que los héroes puedan resultar una inspiración motivadora y eso sea interesante desde el punto de vista de la escritura, aunque especialmente de la lectura, explicando su éxito.

    Pero, quizás el ser humano esté más identificado como tal con la figura del antihéroe, que lejos de estar en un paisaje en blanco (el bien) y negro (el mal), se mueve más entre los grises y su incertidumbre, mucho más reales, y que difuminan las fronteras entre ese bien y ese mal. Habría que entrar a discutir también la definición adoptable para antihéroe; no siempre todas las voces están de acuerdo en esto y existen diferentes versiones.

    O quizás el ser humano estaría encarnado por el semihéroe o minihéroe, que me lo acabo de inventar, a caballo entre el héroe y el antihéroe, siendo una especie de mezcla de ambos.

    Volviendo a la escritura, en cierto modo, tal vez la figura del antihéroe permita explorar un mayor abanico de sentimientos, emociones y estados de la naturaleza humana, así como de las consecuencias de sus acciones, que apenas se pueden atisbar en ciertos casos de héroes más que cuando le «entran dudas» de su misión o se ve «seducido» parcialmente por el mal, aunque en otras historias heroicas este punto esté algo más desarrollado en la lucha interna del personaje. Pero generalmente, aunque ambos estados (bueno y malo) sucedan en el mismo personaje, el desarrollo suele ser bastante dicotómico.

    Al hilo de lo que comentaba Anónimo sobre los versos de Ítaca de Constantino Kavafis, sólo apuntar que una de las mejores traducciones realizadas, desde mi punto de vista, es la de Marguerite Yourcenar, junto con Constantino Dimaras. Y al hilo de antihéroes y exploración de la bajeza en la naturaleza humana, de esta misma escritora me salta a la memoria Le coup de grâce, y uno de sus personajes, Éric, si bien creo recordar. He conocido a mucha gente que acabó odiando el libro al leerlo por la simple repulsión que le producía este personaje. Aunque algo difícil en la lengua original por lo elevado del lenguaje que generalmente emplea Yourcenar, merece la pena.

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