Os habrá pasado. Eso de toparse una idea que, por algún motivo -quizá incluso bastante soterrado-, provoca una cierta fascinación. Y a partir de entonces, encontrarse con él con frecuencia. No por casualidad, claro. Sino porque se busca. Porque ayuda a entender. Porque las piezas encajan.
A mí, en los últimos tiempos, me viene ocurriendo con el concepto éste de que el hombre es un animal que se domesticó a sí mismo. Un proceso que continúa en marcha, por cierto.
Algunos marcan como padre de la idea a un tal Eickstead -que también dividió a los humanos por razas dentro de las clasificaciones de seres vivos-, aunque a mí me llegó a través de un comentario de Arrowni cuando hablábamos sobre la violencia hace cosa de un año y, desde el principio, me llamó muchísimo la atención. Me pareció una de esas claves con las que entender de qué manera los humanos nos cambiamos unos a otros, cómo evolucionamos en las sociedades, en las culturas e incluso en las escalas de tiempo más largas: nos estamos adaptando a nosotros mismos*.
Porque ¿qué es domesticar exactamente? No es lo mismo domar a un animal salvaje que domesticar a una especie. Según la wiki:
Domesticación es el proceso por el cual una población de una determinada especie animal o vegetal pierde, adquiere o desarrolla ciertos caracteres morfológicos, fisiológicos y/o de comportamiento, los cuales son heredables y, además, son el resultado de una interacción prolongada y de una selección artificial por parte del ser humano. Su finalidad es obtener determinados beneficios de dichas modificaciones.
¿Y no es acaso eso lo que estamos haciendo con nosotros mismos? Cuando, como especie, como conjunto de sociedades y comunidades, vamos considerando menos interesantes cualidades como la agresividad en favor de otras como la capacidad de interrelación.
Unos cuantos han tomado esa idea y la han desarrollado. Se habla de auto-domesticación y, efectivamente, parece que los seres humanos hemos ido tomando cada vez más características de los animales domesticados. Algunos hablan de hasta ocho características:
- ocupan un entorno «artificial»
- obtienen su alimentación de manera indirecta (no directamente de la naturaleza)
- son apartados de amenazas naturales (como fluctuaciones climáticas o especies competidoras)
- su reproducción es controlada
- su reproducción es seleccionada de forma artificial (bueno, la verdad es que esto daría para comentar…)
- su cuerpo ha sufrido alteraciones físicas
- su muerte es controlada (bien porque se les sacrifica -por ejemplo, para alimentación- bien porque se trata de postergar tanto como sea posible -como sería el caso de las mascotas-).
- se busca que adopten una posición de servidumbre voluntaria
Encaja con nosotros, ¿cierto?
Además de eso, otros autores hablan de qué características debe de tener un animal para poder ser domesticado. Jared Diamond, en su inconmensurable «Armas, gérmenes y acero» dice que : «Todos los animales domesticables se asemejan; cada animal no domesticable es no domesticable a su modo«*
En el libro comenta que, de los 148 grandes mamíferos herbívoros terrestres salvajes del planeta —los candidatos a la domesticación—, sólo 14 resultaron aptos. Y explica que las causas por las que los otros 134 no pudieron ser domesticados pueden englobarse dentro de estos seis grupos (las explicaciones en cursiva son suyas):
- Dieta: Porque no fueran suficientemente «rentables» desde un punto de vista de eficiencia alimentaria -que, habitualmente, es del orden del 10 por 100-. «Es decir, se necesitan 5000 kg de maíz para criar una vaca de 500 kg de peso. (…) Como consecuencia de esta ineficiencia fundamental, ningún mamífero carnívoro ha sido domesticado jamás para ser aprovechado como alimento. (…) Lo más cercano a una excepción es el perro, domesticado originariamente como centinela y compañero de caza, pero se han desarrollado y criado razas de perro para utilizarlos como alimento en el México azteca, Polinesia y la China de la antigüedad. Sin embargo, el consumo habitual de perro ha sido un último recurso de sociedades humanas privadas de carne«.
- Ritmo de crecimiento. «Para que merezca la pena criarlos, los animales domésticos deben crecer también rápidamente. (…) ¿Qué posible criador de gorilas o elefantes esperaría 15 años para que su manada alcanzase el tamaño adulto? A los asiáticos modernos que desean trabajar con elefantes les resulta mucho más barato capturarlos en la naturaleza y domarlos«.
- Problemas de reproducción en cautividad. «A los humanos no nos gusta practicar el sexo bajo la mirada atenta de otras personas; a algunas especies animales potencialmente valiosas tampoco les agrada. De ahí los fallidos intentos de domesticar al guepardo, el más rápido de los animales terrestres, (…) como animales de caza infinitamente superiores a los perros«.
- Mala disposición. «Prácticamente cualquier especie de mamífero que sea suficientemente grande es capaz de matar a un ser humano. Cerdos, caballos, camellos y vacas han matado a personas. Sin embargo, algunos grandes animales tienen disposiciones mucho más desagradables y son más incurablemente peligrosos que otros. La tendencia a matar seres humanos ha descalificado a muchos candidatos aparentemente ideales para la domesticación. Un ejemplo obvio es el oso pardo.» (Algo que aprendió, por las peores Timothy Treadwell).
- Tendencia al pánico. «Las especies de grandes mamíferos herbívoros reaccionan ante el peligro proveniente de predadores o humanos de distinta manera. Unas especies son nerviosas, rápidas y están programadas para la huida instantánea cuando perciben una amenaza. Otras especies son más lentas, menos nerviosas, buscan la protección en manadas, permanecen inmóviles cuando se sienten amenazadas y no corren hasta que es necesario. (…) Naturalmente, es difícil mantener en cautividad a las especies nerviosas. Si se las encierra en un recinto, es probable que sean presa del pánico y mueran de la conmoción, o se golpeen hasta la muerte contra la cerca en su intento de escapar»**.
- Estructura social. «Casi todas las especies de grandes mamíferos domesticados resultan ser aquellas cuyos antepasados salvajes comparten tres características sociales: viven en manadas, mantienen una jerarquía de dominación bien desarrollada entre los miembros del grupo, y las manadas ocupan territorios que se superponen parcialmente en vez de territorios mutuamente excluyentes. (…) Ésa estructura social es ideal para la domesticación, porque en realidad los humanos asumen la jerarquía de dominación».
La verdad es que, repasando la lista, parece que la mayoría de esas condiciones las cumplimos o no nos aplican. Veamos:
- Dieta: No aplica, porque no criamos humanos para alimentación. (Que yo sepa).
- Ritmo de crecimiento: No aplica, porque nadie dejaría de criar niños sólo porque les cuesta mucho hacerse adultos.
- Problemas de reproducción en cautividad: No aplica porque nosotros somos quienes damos sentido al concepto «cautividad».
- Mala disposición: Sin lugar a dudas, cada vez tenemos menos tendencia a matarnos unos a otros. La agresividad, al menos en las sociedades occidentales, no suele considerarse un carácter favorable de cara a encontrar pareja y reproducirse.
- Tendencia al pánico: Desde luego, tampoco es nuestro caso. El pánico a vivir con humanos no es algo que nos distinga como especie.
- Estructura social: Es de perogrullo que cumplimos, porque son precisamente las estructuras sociales como la nuestra a las que hay que adaptarse.
De manera que cumplimos, sí. Sin problemas. Pero por el camino uno piensa, ¿cómo no íbamos a hacerlo si partimos de conceptos como «artificial» para definir lo que es propio de la actividad de nuestra especie? ¿Acaso me he quedado obnubilado con un razonamiento que, en realidad, es bastante circular, bastante tautológico? De hecho, me he encontrado que algunos autores consideran hasta peligroso hablar en términos de «domesticación». Por todo eso del darwinismo social, que a veces da mucho miedo, y prefieren hablar, simplemente, de «adaptación al sedentarismo«.
En fin, puede que quizá para eso me sirva tener un blog, para revisar las propias ideas. Y que, al final, el concepto no sea tan fascinante.
O puede que sea porque uno entendió de muy pequeño otro significado de lo que es domesticar y, por algún motivo -quizá incluso bastante soterrado-, confía en que todavía estemos mejorando en ello como especie.
************
* ¿O es que acaso alguien se cree eso de que hemos dejado de evolucionar?
** Y le llama «principio de Ana Karenina», por aquello de: «Todas las familias felices se asemejan; cada familia infeliz es infeliz a su modo».
*** Saint-Exupery, en «Tierra de hombres«, lo narra así:
«En Tarfaya crié gacelas. Todos allí criábamos gacelas. Las encerrábamos en un espacio cerrado, al aire libre, porque las gacelas necesitan el el agua corriente de los vientos y no existe nada que sea más frágil que ellas. Capturadas jóvenes, beben y comen en la mano. Se dejan acariciar y hunden su hocico húmedo en el hueco de la palma. Se las cree domesticadas, se cree que ya están a salvo del pesar desconocido que las consume en silencio, y les depara la más dulce de las muertes.
Pero llega el día que se las encuentra empujando con sus cuernecillos contra el cerco en dirección al desierto. Están magnetizadas. No saben que huyen; vienen a beber la leche que les traen, se dejan acariciar, hunden aún más tiernamente el hocico en la palma… Pero no bien se las deja, se ve que luego de un simulacro de galope feliz vuelven contra el cerco. Y, si se las deja, permanecen allí sin intentar siquiera luchar contra la barrera, simplemente presionando contra ella, la nuca baja, con sus cuernecillos, ¿será la época de los amores o la mera necesidad de galopar hasta perder el aliento? Lo ignoran. Cuando las capturaron sus ojos aún no se habían abierto. Nada conocen de la libertad de las arenas o del olor del macho. Pero ustedes son mucho más inteligentes que ellas. Lo que buscan, ustedes lo saben, es la extensión que las consumará. Quieren ser gacelas y bailar su danza. Quieren conocer la fuga recti línea a 130 Kilómetros por hora, cortada de bruscos saltos, como si de un lado a otro escapasen llamaradas en la arena. ¡Poco importan los chacales, y la verdad de las gacelas es saborear el miedo que las obliga a superarse y logra de ellas mayores acrobacias! ¡Qué importa el león si la verdad de las gacelas es ser destrozadas a zarpazos bajo el sol! Ustedes las miran y piensan: tienen nostalgia… La nostalgia es el deseo de no se sabe qué. El objeto del deseo existe, pero no hay palabras para expresarlo.
Y a nosotros. ¿qué nos falta?«
Gran reflexión. Ayer mismo miraba este vídeo https://www.youtube.com/watch?v=WMMvGVCugCo que creo que contesta hasta que punto estamos domesticados. Mucho más de lo que pensamos y muchos más de lo que estamos dispuestos a admitir.
De lo mejor que he leído en un tiempo. Otra vez enganchado a tu blog
tras leer tu texto me sobreviene la idea -utópica- de la desdomesticación (ahí lo llevas, acuñando ‘palabros’ nuevos).
Exupery, al que citas, describe domesticación como un proceso al que es sometida una especie animal, no solo con el objetivo pragmático de obtener recursos materiales, sino también como un vínculo de conocimiento que satisface otras necesidades afectivas, tal y como nos explicaba a toda una generación de críos en el pasaje del secreto del Zorro, en *El Principito*
«Sólo se conocen las cosas que se domestican —dijo el zorro—. Los hombres ya no tienen tiempo de conocer nada. Compran cosas hechas a los mercaderes. Pero como no existen mercaderes de amigos, los hombres ya no tienen amigos. Si quieres un amigo, ¡domestícame!»
..de nuevo un artículo desde una perspectiva interesante y que podría resumir nuestro estado evolutivo.
Saludos de Ber Trujillo [versión seria -no se lo cuentes a nadie-]
De hecho, por curioso que pueda sonar, la domesticación no es «artificial», quiero decir por esto que no necesitamos hablar de seres humanos para constatar lo doméstico. De esta manera podemos discutir que no conviene tampoco hablar de adaptación al sedentarismo: ciertamente las razas que practican la domesticación son territoriales, pero no se vuelven por ellos necesariamente sedentarios en el estricto sentido (¿o sí? bueno, esto solo toca nuestra explicación por la tangente, el sedentarismo es algo más o menos natural desde cierto punto de vista).
¿Qué razas domestican? Las hormigas, que crían larvas para que sus crías los devoren en la juventud. Los simios también adoptan perros en sus grupos sociales pues estos caninos tienen fama de domesticarse a sí mismos (necedad que comparten con el hombre y la oveja). Esto transforma físicamente las razas en cuestión, aparecen manchas en el pelaje, los instintos básicos cambian. Y uno puede perder esto con ciertas generaciones que carecen de interacción con otras razas. Si hay algo excepcional en el hombre es su capacidad de préscindir de otras razas para la domesticación. Ha llevado estas diferencias hasta lo abstracto. La sociedad (que es otro nivel biológico de organización) puede haber domesticado al hombre. ¿Cómo saber la diferencia? Incluso si un grupo de hombres regresa a ser salvaje y cambia, no sabríamos quién lo sometio a la transformación primera. El problema no es tanto lo artificial pues, es que no sabemos de todas maneras qué agentes -concretos, verificables- causarían la domesticación en primer lugar.
Cuando hablo de un «quién» al hablar de la domesticación, podríamos pensar en la figura divina. Me gusta la simetría de esta tormentosa idea. Tal vez es posible calcular cuánto tiempo ha pasado desde que el hombre, coincidiría acaso con el desarrollo del lenguaje o la invención del matrimonio. Admitamos que se presta a ideas negras si uno lo conjuga así. ¿Y si la domesticación es algo más reciente? Lo hallaríamos acaso coincidiendo con la Historia, esa abstracción que nos somete a la tradición de unos cuantos hombres, tal vez le debemos la sumisión a las letras mismas, que gracias a muchas generaciones de iletrismo se cimentó socialmente y hasta hoy como el lenguaje de iniciados por excelencia, como una «lógica supeadora» -podríamos trasladarla hoy día al computador-. En fin, en una palabra, o para ser más preciso, en dos, cosas así.