El experimento original, el experimento del marshmallow, se realizó en 01972. Viene a ser así: el investigador da a un niño de unos 4 años una chuchería y le dice: «Ahora te tengo que dejar aquí solo. Si quieres, puedes comerte el dulce. Pero si esperas hasta que vuelva sin comértelo te daré otro más». Y hay que ver cómo sufren los niños por no comérselo. Como animales de laboratorio. Es …divertidísmo. :D
Más tarde, los investigadores hicieron un seguimiento durante la adolescencia y juventud de esos niños. Resultaba que aquellos que eran capaces de «postergar la recompensa» eran descritos por sus padres y tutores como más competentes, mejor adaptados y, además, puntuaban significativamente más alto en determinados tests de aptitud. En los 90, el experimento se popularizó mucho, sobre todo a partir de la publicación de Inteligencia Emocional de Daniel Goleman (ese extraño caso de libro de psicología divulgativa reconvertido en best-seller internacional). Esos niños, decía Goleman, era más probable que alcanzaran el éxito y la felicidad en su vidas. Casi nada.
En realidad, hasta aquí todo parece lógico, cabal, ordenado y sensato. Si eres capaz de estudiar ahora, para aprobar mañana el examen vas a tener más satisfacción y menos malos rollos que si te tumbas a la bartola, suspendes, te riñen y encima tienes que pasarte el verano estudiando. Si trabajas duro alcanzas recompensas. Es lo que siempre nos han dicho. Y no seré yo quien diga que no hay motivos para ello.
Sin embargo, la vida nunca se comporta como un sistema tan sencillo. Resulta que a ese chico bueno que lo ha aprobado todo (y con buenas notas) «le pueden decidir» que lo mejor es que pase ese verano aprendiendo a programar, adelantando materias o quién sabe qué. Para estar mejor posicionado y luego trabajar en algo mejor pagado, aunque también muy exigente. Pero sacrificando los fines de semana y no guardando las fiestas uno puede progresar mucho y llegar a tener una vida cómoda …cuando se sea anciano. Decidir una y otra vez, tal vez por voluntad propia, no disfrutar del resultado hasta que no se termine lo siguiente y perderse en un juego de postergaciones infinitas de la recompensa. Como quien invierte y reinvierte constantemente sus ganancias en su propio negocio sin poder nunca permitirse un lujo.
Además, siempre hay riesgos. Quien sabe si no lo perderemos luego todo lo invertido. Si la botella de vino que reservábamos para una ocasión especial se acaba picando. O si enfermaremos el día después de alcanzar un objetivo. Sí, eso es. De ahí viene lo del carpe diem y todo eso.
Entonces… ¿en qué medida hay que disfrutar o reinvertir nuestros esfuerzos?
Curiosamente, leyendo al respecto, me he encontrado con este curioso concepto:
Gaudabilidad: Trata de englobar la potencialidad o rasgo disposicional que las personas tienen para experimentar sensaciones gratificantes, o sea “el conjunto de posibles moduladores que regulan la cantidad de disfrute o goce que las personas experimentan” (Padrós, 2002, p. 35). Esas sensaciones subjetivas pueden dimensionarse en función a su amplitud, frecuencia y duración, y las regulan habilidades como la imaginación y el sentido del humor, creencias y valoraciones acerca de los sucesos acaecidos, y el estilo de vida que cada cual tiene.
Vamos, lo que sospechábamos, que es algo totalmente personal. Un rasgo individual, una disposición*.
Y por otro lado leo que:
El disfrute implica la posibilidad de “saborear el placer”, así que la gaudibilidad es sinónimo de capacidad de (o para el) disfrute y se postula que tiene mucha relevancia terapéutica (Montgomery, 2009). En suma, de acuerdo con Csikszentmihalyi (Cuadra y Florenzano, 2003) en términos operativos la sensación de disfrute aparecería cuando las personas perciben situaciones como desafíos y a la vez se autoperciben como capacitadas para superarlos, por lo que la gaudibilidad es la potencialidad para experimentar sensaciones gratificantes; es decir, el refinamiento en la ejecución de actividades (tanto las que se hacen para lograr un objetivo como las que se realizan por el placer de hacerlas).
Así que la cosa no está sólo en reinvertir esfuerzo y tiempo, en postergar las recompensas. Sino también en disfrutar del proceso, de la actividad que nos lleva a la recompensa. Hacer cosas que nos gusten para obtener los objetivos que buscamos. Comer marshmallows para que nos den marshmallows.
Vuelve a ganar el sentido común. ¿No os parece?
¡Toma ya!
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* No me resisto a poner esta otra nota, con la misma referencia:
Un antecedente de este concepto es el de “susceptibilidad al reforzamiento”, deGray (1987/1993), según el cual los individuos con alta susceptibilidad muestran mayor interés, persistencia y perseverancia que otros por buscar reforzadores. Sin embargo la gaudibilidad es algo más que eso: se asocia a la emoción degustadora que acompaña al refuerzo. Como anota Padrós (2002) parafraseando a los teóricos de la psicología positiva Seligman y Csikszentmihalyi, es la misma diferencia que hay entre placer y disfrute. El placer implica sentimiento de agrado relacionado con la satisfacción de necesidades homeostáticas, en cambio el disfrute implica la posibilidad de “saborear el placer”. Por ello gaudibilidad es sinónimo de capacidad de (o para el) disfrute.
Qué curioso, ¿no? También ahí están los marshmallows…
Este post me parece de lo mejor que he leído hace tiempo. El experimento lo conocía pero tu análisis …me ha encantado. Lo comparto y me guardo el enlace pera…recordarlo. Gracias, me has alegrado el día.
Me alegro mucho de que te haya servido, Eva. Al fin y al cabo, para eso escribimos, aunque disfrutemos de la escritura misma. Estos comentarios son el marshmallow tras el marshmallow. ;)
Me parece que quizá este comentario estará fuera de contexto. Me ha encantado tu analisis, más por el hecho de haberme encontrado aqui el termino Gaudabilidad, ya que Ferran Padros, creador del termino fue mi maestro de la Facultad
No, no… en absoluto. No contaba con que nadie que conociera personalmente a Padrós (yo sólo de la referencia que cito) leyera esto. Pero me parece estupendo. Me gusta citar a mis fuentes y, como se demuestra, eso hace que venga gente a leer esto y me deje comentarios. Comer marshmallows para comer marshmallows. ;)
Gracias, Karla!