Criptoescritura

Dice el poeta que los poetas, todos ellos, «ensucian sus aguas para hacerlas parecer profundas.«

Algo, sin duda, no exclusivo de escritores sino también de embaucadores, en términos generales. Pero me resulta un tanto excesivo en eso de que se refiera a «todos». Conozco a quien escribe honestamente y de forma muy difícil de entender. Críptica, diríamos. Es algo muy habitual en escritores, a menudo jóvenes, con más necesidad de autenticidad que de exposición pública.

Y eso es, lo pondré en negrita, absolutamente legítimo.

La escritura de uno no deja de parecerse a la casa propia: ahí manda cada cual. Y si el dueño quiere taladrar los sofás al tejado, en su derecho está. ¿Quién va a decirle nada?

«Yo es que quiero decir exactamente esto» o «estoy haciendo referencia al uso que mi novia le da a la palabra «costichón», que para mí tiene mucho significado». Muy bien, perfecto, eres muy libre. Pero entonces has de saber que el lector casual, no va a entenderte. Que cuando tengas un invitado en esa casa, muy probablemente, no se va a sentir cómodo.

Bureau de Montaigne

Y mucho cuidado, existen valores innegables en textos incomprensibles. El superrealismo, sin ir más lejos, da muy buenos ejemplos de ello. Defiendo incondicionalmente el uso de lo deliberadamente ambiguo o, de las relaciones mentales imposibles con todo el poder evocador que conllevan. Y me valen las elevadas referencias culturales o de complejidad del pensamiento. Todos ello puede ser interesante, buenas aportaciones.

Pero cuando se llega a un punto totalmente inaccesible, en el que se hace imprescindible una explicación al margen, porque el texto es inasequible por sí mismo, no se ha cometido un error pero se ha tomado una decisión. Y ha de asumirse. Y es que se puede alcanzar una gran satisfacción personal con la obra, e incluso ganar premios literarios (de hecho, quizá sea una ventaja para ello), pero no puede uno extrañarse de no «llegar» a su interlocutor. De dejar el ejercicio artístico en la expresión, sin alcanzar la comunicación.

Es una opción.

Porque está claro que cada uno manda en su casa. Pero si ese uno la planta en lo más alto de un risco al que sólo pueden acceder los escaladores más expertos -esto es, los que manejan más autores, palabras, filosofía-. O si, aunque la puerta esté abierta, el marco es demasiado bajo o las sillas tienen el molde exacto de un culo específico -vamos, si se construyen los textos conforme a elementos, contextos y «síntesis de sentido» excesivamente personales-…  Entonces, si se hace todo eso, mejor que uno no espere que su invitado vaya a encontrar su casa en esa casa. Es probable, de hecho, que se sienta expulsado. Por mucho interés que se haya puesto en invitarle.

Personalmente, me gusta mucho la aproximación que hace Luis García Montero de todo esto. Él suele concebir su poesía como un espacio público, como los parques y las plazas. Dice que «el diálogo que busca la poesía hace que la reivindicación personal se convierta en algo solidario, no se aísla, se comparte con el otro, para ponerse en su lugar y construir positivamente (…) donde se puede opinar, pensar y ser escuchado». Y también que hay que considerar que «el lector no es un mero espectador de un concierto que se sienta a escuchar, sino que es el músico que interpreta la partitura». Es decir, el escritor debe de tener en cuenta que el lector desempeñará su propio papel, su propio rol, en el proceso artístico. Lo que a mí me parece un trato un justo, dicho sea de paso.

Por otra parte, por supuesto, uno puede escribir cuánto y cómo quiera, y debería ser absolutamente soberano a la hora decidir si compartirlo en círculos privados o públicos. A través de internet, puede querer dejar «su casa» algo escondida. Escribir sin darse mucho bombo, tal vez incluso anónimamente. Publicar confiando en llegar a un «lector objetivo» de, aproximadamente, el mismo nivel cultural, sensibilidad e inquietudes.

De hecho, hay quien dice que, en realidad, siempre se escribe para alguien muy parecido a uno mismo.

Y, bien pensado, quizá haya algo muy críptico en ello, ¿no?

3 comentarios en “Criptoescritura

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