El vaso

Sin duda es legítimo preguntar cómo lo ves. Si medio vacío o medio lleno.

Pero podríamos preguntarnos también de qué lo está. O cómo querríamos que estuviese, si así esperábamos encontrarlo, qué explica su actual estado y si éste es estacionario o transitorio. Por supuesto cabría identificar el material del recipiente y las condiciones de su entorno. Preguntarnos qué le ocurriría en caso de chubasco, ¿está a cubierto? ¿Y a la sombra? ¿Cual será, previsiblemente, su ritmo de evaporación? Muchos, al verlo, valorarían tan sólo cuánto podrían sacar por él. Cabe también plantearse si será necesario preservar su integridad, por ejemplo, ante un imprevisto balonazo del sobrino del vecino, de rodillas peladas. O si, por el contario, nos es indiferente, incluso ventajoso, que se haga añicos y tener por fin excusa para tirar los últimos compañeros del lote, que están ya muy rallados, y comprar unos nuevos un poco más monos. Tal vez, nada nos lleva a afirmar lo contrario, el vaso esté en la atmósfera de Júpiter, puede que esté vivo, se autorefrigere o tenga una cierta e inexplicable capacidad para la absorción de rayos gamma. Que cure enfermedades, como este prurito invivible, aunque esté -medio vacío o medio lleno- de placebo.

Importante, sin duda, es cuán importante es para ti la respuesta a cada una de esas preguntas.

Cómo te aporta sentido -a ti- el puto vaso.

Foto de Tony Gallardo Ledón, buen colega mío, hasta el punto de que le cojo la foto sin permiso. ¡Me encanta, Tony! ;)

Foto de Tony Gallardo Ledón, compay mío, hasta el punto de que me atrevo a pillarle la foto sin permiso. ¡Es que me encanta! ;)

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Este texto es una repuesta a una anécdota/reflexión que no para de llegarme a través de las redes sociales. No es que esté en desacuerdo con el espíritu del asunto. Creo que es muy sano lo de «desconectar» de pensamientos autoirritantes y todo eso. Pero me da mucho más que pensar la forma tan categórica en la que «la psicóloga» se atreve a determinar qué es o no es importante. 

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