Con qué cuenta Fabre y su compañía, Troubleyn, para llevar a cabo todo eso. Para empezar, con 27 actores/bailarines/cantantes/atletas/monstruos de incuestionable primer nivel.
Además de eso, de un set de lámparas muy versátiles que cuelgan del techo. Seis mesas con ruedas. Algunas máquinas de humo. Algunos olores* (de hecho, tienen un ingeniero de olores) Y una cantidad aparentemente ilimitada de telas blancas, pedazos de carne cruda y sangre. Algunos arbolitos en macetas, cadenas y espadas, armaduras, cascos o coronas. Y desde luego, una buena cantidad de pintura corporal, aceite y brillantinas… confetti. Y una tormenta de arena.
Parecen muchos recursos, pero en todo momento da la sensación de ser algo mínimo, bastante reducido a lo básico. Casi diría que sobrio, si es que esa palabra puede aplicarse en este contexto.
Todo ello al servicio de un texto basado en 33 obras clásicas griego pasadas por la batidora y servidas con sus grumos y sus delirios.
En cuanto a los lenguajes, la amalgama es máxima. Danza, expresión corporal, una puesta en escena extraordinaria y más monólogos que diálogos*… Casi cuanto es arte escénica está presente y llevado a un nivel extraordinario.
¿El idioma? Sí, bueno, inglés, francés, flamenco, ¿alemán? e italiano. Sobretitulado al castellano. Más nos vale.
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* Lo más parecido a un diálogo es la concatenación de dos monólogos, o bien diálogos no verbales, a través de gemidos y expresiones.
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Resto de la serie sobre este tema:
1.- Leve introducción al caos
2.- Jan Fabre y su propuesta
3.- Los recursos
4.- Mi experiencia
5.- I just gave you a little bit of madness
6.- Otros materiales y pruebas