8. Y víctimas
de la ausencia de un Dios
peregrinamos absueltos
en dirección a este hoy,
de mi destierro iniciático.
Sin Voz
que te condenara
a parir con dolor.
Ni nadie más que yo
que me exiliara
a labrar el ávido cemento
del que no fuimos formados.
Y en cien voces de este verso
cien nombres te puse, cien,
-y eran todos de mujer-.
Para dejarte hoy menos sola
en nuestro paraíso aotoñado.
Para dejarme hoy
contigo solo
en el momento de abrir
nuestro libro del
——————– Éxodo.



