6. Mas el jardín se ahogaba
en nuestros mutuos
silencios resonantes
-miedo resignación
———– miedo bloqueo-.
Y acudieron serpientes.
Pero no fuiste engañada.
Ni me forzaste a comer.
Pues para entonces yo
ya tenía
en las manos
secreto
——– intacto
el fruto negado.
Y aceptamos de comer
——– ambos de él.

