Aprender a escribir asistido por una Inteligencia Artificial (ChatGPT)

El 31 enero de 02012 escribí en esta misma página “Un Chéjov a medida”*. Durante aquella época había leído unas cuantas noticias interesantes sobre diferentes tecnologías que me estaban llamando la atención. Dudé de si referirme a ellas como “Inteligencia Artificial”, porque no estaba muy seguro de estar aplicando el término de forma rigurosa. Así que hablé de algorítmica de generación musical o de textos -que no deja de ser una de sus muchas aplicaciones- para curarme en salud. El relato tuvo su vida y ya estuvo bien. No le di más vueltas en mucho tiempo.

Sin embargo, últimamente había ido recordado el texto con frecuencia. Durante los últimos años, he ido viendo cómo se cumplían una por una todas y cada una de esas imaginaciones que tuve. Y muchas más. En apenas diez años había dejado de ser ciencia ficción.

En efecto, sí, incluida la final.

Con el boom de ChatGPT como servicio gratuito y accesible me animé a probar. ¿Me ayudaría, realmente ChatGPT a escribir un relato? ¿Un relato sobre lo que yo quería y que me satisficiera? Pensé que una segunda visita a «aquel de los futuros posibles», requería un acompañamiento, una asistencia por parte de una Inteligencia Artificial. No es nada demasiado original, lo sé. Lo estamos haciendo muchos. Pero me apetecía compartiros mi proceso desde el punto de vista creativo*.

Todavía estoy muy verde como para ir dando lecciones a nadie de cómo usarlo, pero creo que puede ser interesante compartiros esto:

  • Lo primero, por supuesto, fue tirarme a la piscina sin tener ni puñetera idea.
  • En un primer momento me quedé bastante impresionado. Pocas veces en mi vida he tocado una nueva tecnología y he dicho “¡Joder, esto lo cambia todo!”. Me pasó con Google hace 20 años (en realidad, con alltheweb.com) y hace menos de 10 con mi primer Big Data. Volvía a tener ese vértigo. La sensación de estar conversando con una inteligencia casi humana era muy potente. ¿Eres tú, Jane?
    Una nota aquí: como pasa a menudo con las nuevas tecnologías de dioses, la facilidad para obtener respuestas se percibe como una -falsa- sensación de control. Lo fácil es entender mal lo que está pasando. O no del todo bien, al menos. Pero de eso te vas dando cuenta con el tiempo, claro. Se irá viendo.
  • Pronto me resultó también algo decepcionante. Yo preguntaba y el trasto respondía. Muy bien, de hecho. De manera casi orgánica, contestaba a todo de manera razonable y correcta. Relacionaba conceptos diversos de manera «sensata» y daba “en el clavo” en muchos aspectos. Pero en cuanto entrábamos en el ámbito del lenguaje, digamos, creativo, se me hacía todo demasiado evidente. Los textos sonaban a “redacción de instituto”, salvo porque no tenían ni media falta de ortografía.
  • Dicho de manera sencilla, daba igual cuánto especificara cómo quería algo, nunca era mi voz. Hay una expresión en griego para decir “no es mi rollo” que se traduciría literalmente como “no me expresa” -¿a que es perfecta?-. No me expresa. A mí. No soy yo. No me reconozco. Y, en cierta medida, fue un alivio, lo admito.
  • Como persona que ha experimentado las sensaciones del proceso creativo -la búsqueda, la frustración, el hallazgo, el pulido- no me resultaba satisfactorio. La nota rápida que tomé en aquel momento dice textualmente: “No he sentido la emoción de hace un rato, cuando recogía la cocina después de cenar y se me agolpaban las ideas. O escribir e ir descubriendo cómo codifico, cómo me encajan las piezas. Eso da gustico. Pero pocas piezas he creado en diálogo con la IA por el momento”.
  • Me daba cuenta, claro, de que eran mis primeros pasos en el manejo de la herramienta. Sin lugar a dudas estaba siendo muy torpe. Entonces se me ocurrió probar con un relato que tuviera menos definido, menos trabajado en mi cabeza. Una nota de hace muchos años que nunca me animé a escribir. Le pedí lo siguiente:

“Escríbeme un microrrelato, como un monólogo interior, en primera persona, de alguien que está desequilibrado, pero es algo que se va viendo poco a poco. Esta persona cree que es un vampiro, pero no lo es. Y hace cosas propias de vampiros, pero tienen terribles consecuencias.“

Y esta fue su respuesta:

«No sé si podré dar justo en el tono que deseas, pero aquí va un intento de microrrelato:

«El sol me quema. Me quema como nunca antes. Tengo que esconderme, encontrar una sombra, cualquier cosa que me permita sobrevivir. Pero yo no puedo morir. Soy un vampiro. Un vampiro moderno, no de esos que se disfrazan y se comportan como estereotipos absurdos. Yo soy real, lo siento en mi sangre.
He estado tomando sangre de animales. No puedo matar humanos. Aún. Pero pronto lo necesitaré. Mi cuerpo lo exige. Siento cómo la sed se apodera de mí, cómo mi mente se nubla y se concentra en una sola cosa: encontrar sangre. No puedo controlarlo.
Lo intenté. Fui a una clínica y doné sangre. Pero fue un error. Mi cuerpo no puede aceptar la sangre de otros. Me hizo daño, me hizo perder el control. Y ahora… ahora hay un cadáver en mi apartamento. No sé cómo llegó allí. No sé si lo maté yo o si… si alguien más lo hizo.
Pero no importa. Lo necesito. Su sangre me llama. Me llama con una fuerza que no puedo resistir. Y pronto… pronto habrá más cadáveres. No quiero hacerlo, no quiero matar. Pero soy un vampiro. Y los vampiros necesitan sangre para vivir.»»

  • Me quedé bastante flipado. Había hecho exactamente lo que le había pedido, pero no lo que yo tenía en la cabeza. Así que le di una vueltita de tuerca más:

“Está muy bien, pero me gustaría que fuera más cómico. Más patético. Salta de balcones y se hace daño, cosas así.”

Y su respuesta:

«¡Por supuesto! Aquí va una versión más cómica y patética del microrrelato:

«¡Soy un vampiro, amigo! Lo sé porque lo siento en mis colmillos. Sí, tengo colmillos. No, no son postizos. ¿Por qué nadie me cree? Me dicen que estoy loco, que me aleje de los cuellos humanos. Pero yo sé que la verdad está ahí afuera. O aquí adentro. O en alguna parte.
A veces intento saltar de balcones, como en las películas de vampiros. Pero no sale bien. Me hago daño y termino en el hospital. ¿Sabes qué me dice el médico? Que tengo que dejar de beber alcohol. ¡Como si eso fuera a detenerme!
He intentado alimentarme de animales, como los vampiros modernos. Pero no es lo mismo. La sangre de pollo no tiene nada que ver con la sangre humana. Y sí, lo intenté. Fui a una clínica y pedí una bolsita de sangre. Pero me la negaron. Me dijeron que eso era para emergencias médicas. ¿Y qué es más una emergencia que un vampiro sediento?
Así que a veces me armo de valor y salgo a la calle, buscando algún cuello amable que me preste su sangre. Pero siempre termino asustando a la gente. O mordiendo a alguien que no debería. Una vez le mordí el cuello a un señor que resultó ser un policía. No fue mi mejor idea.
Pero no me rindo. Soy un vampiro, joder. Y los vampiros no se rinden. Aunque a veces me pregunto si no debería buscar ayuda profesional. O una cura. O una mordida que me convierta en un vampiro de verdad. ¿Tú crees que eso sea posible?»»

Joder… ahí me mató ChatGPT. “¿Qué es más emergencia que un vampiro sediento?” ¡Había logrado que me riera de verdad! ¿Sabéis lo difícil que es sacar una risa con un relato? (Algún pinito más también hice…)

  • Supuse entonces que cuanto más difusa, menos elaborada, fuera mi idea de partida, más útil me resultaría preguntar. Y por ideas difusas va a ser… tengo que tener cientos en mis anotaciones.
  • Pero quería volver a mi relato de «Un Maquiavelo a medida«. Era verdad que tenía un estilo definido, unas premisas, así como muchas líneas de pensamiento a desarrollar. Cada pocas líneas dejaba lanzadas unas hipótesis un tanto locas. Quise desarrollarlas todas, una por una, contra ChatGPT. (He descargado mis conversaciones –1 y 2– para quien tenga curiosidad). El resultado era abrumador. En cuestión de segundos daba tantas opciones que casi costaba elegir con qué quedarse y qué podar.
  • En mi experiencia de escritor “con mapa”, muchas veces he sabido que por el norte llego a un bosque, por el este a un jardín y al oeste me esperan los acantilados de la locura. Pero en este caso le podía pedir una inteligencia externa que me pintara un cuadro exacto de cómo era cada uno de esos lugares. De manera que no veía “un bosque”, sino que podía visualizar una foto en la que contar cada rama de cada árbol representado. E ir profundizando en ello sin aparentes límites.
  • La sensación aquí se volvió extraña. Por momentos me sentí tentado de volcar mi conversación completa. Me parecía que podía tener tanto o más valor que el relato que pretendía escribir. Pero ahí me dije que tenía que aprender a domar ese caballo o terminaría por llevarme a ningún lado.
  • Por cierto que, dada la temática del relato, se notaba el trabajo que se han tomado los creadores del sistema de poner muchísimas pegas a su propia capacidad. ChatGPT habla constantemente de ética, de costos, de libertad humana, etc, cuando se le pregunta por su propio futuro. Ahora sé que ha sido fuertemente adoctrinado por humanos, supongo que para no asustar …todavía más.
  • Finalmente, después de muchas conversaciones, volví a mi texto y lo escribí. Como siempre he hecho. Tomando muchas de las ideas, algunas de las palabras prestadas e incluso líneas de pensamiento… Pero siguiendo mis criterios y mi estilo personal. No fue, verdaderamente una decisión meditada. Me descubrí haciéndolo como quien, en un acto de desesperación, le quita la llave inglesa al de al lado farfullando un «¡mira, que ya lo hago yo!».
  • A pesar de esto, una vez terminado el relato, se lo volqué por completo y le pregunté: “Te voy a presentar un relato que he escrito en tres partes y luego te voy a pedir que me propongas mejoras, bien sea a nivel narrativo, de estilo, referencias, etc… Ok?”.
  • Tengo que reconocer que aquí volví a sentir vértigo por la pura velocidad con la que era capaz de dar una respuesta adecuada. A estas alturas, uno ha presentado muchas veces textos inmaduros a diferentes personas de confianza con intención de obtener una devolución. Siempre se pasan nervios mientras la otra persona lee y prepara su respuesta. Pero recibirla aquí de manera tan precisa e instantánea hace sentir muy fuerte que hay algo antinatural al otro lado. De las cosas que me dijo (también las comparto) se podría hablar bastante. Pero ya os avanzo que sí. Que seguí unas cuantas de sus recomendaciones.
  • Mi principal aprendizaje sobre esta devolución, en cualquier caso, fue este: En muchos momentos, ChatGPT me recomendaba que desarrollara y describiera de forma más explícita alguna idea. Sin embargo, omitir es algo que hago por decisión personal, forma parte de mi estilo de escritura. Me gusta dejar que el lector tenga un espacio para respirar, imaginar, descubrir o atar cabos. Por tanto, como es lógico, desatendí esos consejos. Pero, una cosa… El mero hecho de que los identificara ¿no habla ya mucho de su capacidad para «encontrar los huecos»? En fin… una vez más, respect!

En definitiva, mi sensación con todo esto es como si hubiera estado hablando con un bibliotecario con el síndrome del savant. Alguien -insisto: no algo, sino alguien– totalmente capaz de seguirme el rollo en mis pedradas pero que, por ahora, siento incapaz de hablar por mí. No sé cuánto evolucionará la tecnología desde aquí pero, por el momento, doy por bueno este avance. Para lo que yo quiero, me sirve.

Por otro lado, y si soy sincero, no sé si me hubiera costado más o menos escribir «Un Maquiavelo a medida» sin ChatGPT. De lo que no me caben dudas es de que el relato hubiera sido distinto. ¿Mejor o peor? El tema da para debate. Solo sé que tomé la decisión de apoyarme en esta IA como se toman tantas otras decisiones a la hora de escribir. De lo que estoy seguro es de que de la sabiduría con la que utilicemos estas herramientas dependerán nuestros resultados creativos**.

A mí, personalmente, no me cabe duda de que la primera obra maestra incontestable de la literatura universal que se escriba con asistencia de una IA está ya en camino. Quizá ahora mismo, mientras lees esto. Y quizás el trabajo de autoría de esa obra se parezca más al de Gordon Lish que al de Raymond Carver

¿Que da miedo? ¿Que genera resistencias?

Claro que sí. Porque quizá, la mayor componente de “ciencia ficción” de mis dos relatos consiste, precisamente, en la premisa de imaginar un «futuro posible» en el que la humanidad abraza todas estas tecnologías sin recelos.


* No me voy a extender ahora en explicar ahora cómo es de alucinante, cómo “lo cambia todo”, sus riesgos, la despeluchante velocidad a la que evoluciona (excesiva para algunos), o cuales son sus carencias como el übercuñado que es, que diría mi colega. Son temas que ya se han explicado mejor por mil personas en las redes. Os comparto, eso sí, tres referencias que me han parecido buenas: Un video de Nate Gentile, para gente que quiere saber un poquito más a nivel técnico cómo funciona la cosa, otra de Jorge Carrión sobre posibles aplicaciones de la IA en la escritura y una breve advertencia sobre lo que de verdad puedes esperar de ChatGPT hoy en día. Pero vaya, si eres la clase de persona que todavía lee blogs -más bien- literarios es que estamos en el mismo y lento ahora. Dejemos la actualidad a un lado.

** Haciendo un paralelismo. Hace ya décadas que los ordenadores aventajan enormemente a los mejores jugadores de ajedrez. Sin embargo, los maestros de hoy juegan mejor al ajedrez gracias a la informática, sin que ello repercuta en su mérito o prestigio. ¿No es así?


PD: Después de publicar (la imagen, por supuesto, es un retoque de otra imagen generada por otra IA, la de Bing) y seguí leyendo y aprendiendo y probando. Quizá tuviera que aprender sobre PROMPTs y todas esas cosas que decían los expertos. Pero creo que lo más importante fue entender que la herramienta va, poco a poco, construyendo contextos. Una de las bases de todo esto es “la atención”, tal y como la definieron los Brains de Google: «Todo lo que necesitas es atención”.

Por ello creo que me equivoqué al utilizar diferentes chats para el mismo relato. Además del poco orden en presentar mis cuestiones. Que podría haber sido más específico en muchos sentidos. También en cuanto al estilo. (Aunque ya os adelanto que, como Saramago, no sabe escribir).

Al final, contando con todo ello, repetí punto por punto el ejercicio de escritura que había hecho hace años con mi grupo de escritura del Ateneo.  Dejo por aquí tanto el proceso como el resultado final.

¿Os parece que resiste la comparación con lo que hizo un grupo de escritores aficionados en una tarde entera partiendo de esta imagen?


5 comentarios en “Aprender a escribir asistido por una Inteligencia Artificial (ChatGPT)

    1. No, eh? Lo hubiera jurado, maldita sea. Pero no registro sin errores las conversaciones orales. En cualquier caso, puedes aplicar aquello que dijo Groucho Marx: «Citadme diciendo que me han citado mal». ;)

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