La conocí en las redes sociales. Conversábamos con la comunidad de temas varios, a menudo bastante frikis. Me interesaban sus argumentos y aproximaciones, por ahí llegué a su blog. Así tuve conocimiento de su condición de mujer transexual.
Entendí que había tenido que transitar todo un proceso para poder vivir como la mujer que era desde siempre.
Le hice saber que sabía. Quizá no fuera importante, pero me parecía lo honrado. Charlamos brevemente sobre ello.
En mi ingenuidad, le pregunté si tras el paso, ahora, «era feliz”.
«¿Feliz? -me replicó- no diría tanto. He cambiado mis problemas de hombre por problemas de mujer. Son otros. Pero son los que reconozco como míos».
Supongo que se trataba de una de esas certezas a las que se llega. Pura clarivivencia.
A menudo he vuelto a la frase. La he identificado y aplicado en no pocas situaciones. Basta con extrapolar la pregunta: «¿Qué problemas escojo tener, yo, ahora?«
Mucho más atinada y realista que esa búsqueda de la felicidad que nos venden en blister. Ese supuesto grado de satisfacción estable, duradero, -no humano- y que, indefectiblemente, decepciona.
Tomar decisiones es escoger entre problemas.
Qué lugar ocupar en cada mundo.
Si se es suficientemente afortunado, al menos.
Una apunte, por cierto. Vistos así, los errores del pasado se aligeran. No nos arrebataron un presente idílico. Simplemente nos llevaron a determinados problemas, en lugar de a otros que no tuvimos oportunidad de conocer.
Y la rueda -claro, como siempre- continuó girando indiferente.
Entiendo lo que dices y el argumento, pero algunos problemas son simplemente mazazos que te dejan temblando y viviendo a medias el resto de tu vida…
Está claro, hay problemas que no se eligen. Y esos suelen ser los peores. Los que nunca hubiéramos elegido.
Tal y como yo lo veo, sólo puedes elegir en cuál de los problemas que tienes delante centrar tu atención. Aparte de eso, una cosa es que te centres en alguno de ellos y otra que tengas la capacidad real para solucionarlo.
No eliges tus problemas porque, de poder elegir, entiendo que la opción seleccionada sería «Ninguno»
No… No me refiero a eso en esta entrada.
Quiero decir que a la hora de tomar una decisión una aproximación válida es escoger los problemas que prefiero afrontar. En lo profesional puede ser un ejemplo claro: ¿prefiero los problemas de tener mucho tiempo y poco dinero o viceversa? Porque lo que se obtiene de positivo a menudo nos ciega.
Y, por supuesto, partiendo de la base de tener la opción. A eso me refiero con ser afortunado. Poder elegir, aunque sea entre problemas, a priori es una posición ventajosa.