Pareidolia

Eliges prestarle atención.

Concentrarte en ella como si fuese la primera que encontraras en tu vida.

Hacer de ella no una más. Para nunca ya un elemento más del concepto -mosca-, de la población -las moscas-, del incordio -una mosca-. Habrá muchas, pero ésta es una. Específica, concreta, recorriendo el vello de tu antebrazo y cómo se amplifican las cosquillas.

Recorres las vetas de sus alas. Las sedas sensoriales de su tórax y esa estructura, como en escamas, de su abdomen. Resulta inútil buscar una expresión en su máscara de ojos compuestos. Pero hay algo en su forma de succionar que asemeja a un mamífero. Esa trompetilla de goma latiente, minúsculo oso hormiguero.

Su forma de moverse, sin embargo. Esos espasmos precisos, casi digitales, con los que limpia sus alas, con los que frota sus patas diminutas. Ahí está aquella persona que te gustó tanto durante no mucho tiempo. Su pulso nervioso y el café y el cigarro.

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Con simple ejercicio de proyección antropomórfica dotas de personalidad al insecto. Ya no será nunca una más del concepto-población-incordio. Has elevado a esta mosca de entre todas las moscas. 

Ajena a todo, ella continúa el recorrido ciego de tu brazo. Progresa entre tu pelo, succionando. Y, la verdad sea dicha, como mosca, sigue siendo bastante repugnante.

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