El médico de paliativos dio una recomendación a mi amiga y familia. Que todos aquellos que pasaran a ver a la enferma tuvieran un momento -cinco o diez minutos, no hacía falta más-, a solas con ella. Por si tenían algo que decirse. Cualquier cosa que no incumbiera a terceros.
A ella le pareció de una sencillez reveladora -como ha de ser la sabiduría- y se ocupó de ello.
Hoy me pregunto si se trataría del mismo médico que, hace ya más de un tiempo, dio una charla a la que yo no asistí. Pero me lo contaron.
Para empezar dijo que, sobre los que se iban, poco podía hablar. Únicamente que había notado que, llegada la situación, lo habitual es enfrentar la muerte igual que se ha llevado la vida. Que quien tiende a aceptar acepta y quien no, pues no. Seguimos siendo nosotros, supongo.
Pero, a los que se quedaban, sí tenía algo que decirles.
Y es que hay cinco cosas que pueden perseguir a una persona de por vida si no las ha dicho en su momento. Si no las ha dejado claras en cualquiera de esos muchos momentos que, al final, también se acaban. Si pierde para siempre su oportunidad de hacérselas llegar al otro.
De entre estas cinco, las que correspondan:
- Lo siento
- Te perdono
- Gracias
- Te quiero
- Adiós
Palabras tan simples, no requieren explicación ninguna.
Como mucho, volverlas a leer. Por tenerlas presentes.
O por si, quién sabe, practicar.
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Nota: Muy equivocado no debía de estar aquel médico. Para muestra, esta «nube de tags». Recoge las palabras más repetidas de entre los últimos mensajes de condenados a muerte (vía Fogonazos).
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Bonus track: «Sacred life», de The Cult. Con letra y todo.