Sobre concursos literarios II

(Discurso escrito -que no leído- para la entrega de premios del Concurso Joven de Relato Corto de El Corte Inglés, Ayuntamiento de Pamplona y Ateneo Navarro)

¿Habéis leído Sensini, el relato de Roberto Bolaño?

Está incluido en su libro «Llamadas telefónicas». Y me viene muy bien, porque habla mucho sobre concursos literarios y de su relación con la literatura. Que no está tan clara como pudiera parecer.

Hay un momento, al principio, en que el narrador decide presentarse al «Concurso Nacional de Literatura de Alcoy, abierto a escritores de lengua castellana, cualquiera que fuera su nacionalidad y lugar de residencia«. Es decir, uno como éste. Y es significativo que aclare que «el premio estaba divido en tres modalidades: poesía, cuento y ensayo» pero piensa que presentarse en poesía es «enviar a luchar con los leones (o con las hienas) aquello que era lo que mejor hacía» y que, por tanto, le parece «indecoroso«.

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Esa debe de ser la sensación de mucha gente  joven , más o menos primeriza en los concursos literarios. Esa identificación. Esa relación paterno-filial con los textos. Pero a ello nos referimos en el discurso del año pasado. Dirigido algo más a los que se habían quedado fuera que a los ganadores.

Este año, sin embargo, queremos hablar de la gente que se presenta con frecuencia. De quien está acostumbrado a participar y, a veces, gana. Como hoy vosotros, vaya.

El narrador del relato de Bolaño obtiene en Alcoy su primera distinción. «el tercer accésit y diez mil pesetas que el Ayuntamiento de Alcoy me pagó religiosamente» y «el libro (…) con el ganador y los seis finalistas». Muy lo que estamos haciendo hoy aquí. Pero dice entonces: «lo que realmente me sorprendió fue encontrar en el mismo libro a Luis Antonio Sensini, el escritor argentino, segundo accésit, (…) superior al ganador y al primer accésit y también superior al tercer accésit y al cuarto, quinto y sexto.»

A nosotros, esto nos da como responsabilidad, ¿no? Ser capaces de identificar los textos que más lo merezcan es un desafío siempre. Pero en este caso, siendo un jurado bastante primerizo y con una afluencia de participantes que cuadruplicaba o la de los últimos años, mucho más. Y es que este año han concurrido más de 325 textos venidos, tenemos motivos para creerlo así, de muchos países hispanohablantes y algunos más. Ha sido un reto enorme incluso a nivel logístico. Que se lo pregunten a Pili, del Ateneo, todo lo que ha tenido que imprimir y meter en sobres.

Pero es que procesar todo eso tiene un coste incluso personal, podéis creernos. Pilas y pilas de sobres en las mesas, las sillas, los sofás de nuestras casas. Por leer, descartados, dudas, finalistas… La casa inunda y las caras de paciencia de nuestras parejas. «Lo estoy haciendo por la literatura», nos disculpábamos.

Porque estábamos seguros de que entre tantos relatos, debía de haber mucho muy bueno. Pero ¿hasta qué punto seríamos capaces de identificar a los mejores? ¿Estaríamos de acuerdo entre nosotros con tantos finalistas como seleccionamos? ¿Existía la posibilidad de que descartáramos algo muy bueno?

Sin duda, sí.

Pero debíamos de creer que la calidad acabaría imponiéndose. 

Es curioso porque, en el relato, Sensini le insta al narrador que «a perseverar» y dice éste luego «pero no, como al principio entendí, a perseverar en la escritura sino a perseverar en los concursos».

Como jurado esa diferencia nos es chocante. Nos preguntamos: ¿Es más importante perseverar en los concursos que en la escritura? Igual somos demasiados inocentes. Tal vez por eso Sensini habla de los que hoy estamos a este lado como de «esa buena gente que cree en la literatura», o de «esos lectores puros y un poco forzados». 

Así que nos dedicamos a perseguir a nuestras parejas leyéndoles párrafos a gritos por el pasillo del salón a la cocina. «¿Eh, qué te parece esto? ¡No huyas!» Hasta que un buen día abrimos un sobre y nos encontramos con un relato que se llamaba «Ahora es mío», del que luego supimos que su autor es Matías Candeira, y al que acabamos concediendo el -me pongo oficial-:

SEGUNDO PREMIO

El jurado valora en este relato la gran calidad de la narración, sostenida por un magistral uso de la elipsis. La forma en la que la historia se desarrolla girando en torno a un hecho central, del que no se llega a hablar aunque todos en el relato lo conocen, que rige  el comportamiento de los personajes y sostiene la tensión a lo largo de la lectura. El autor va soltando pistas vagas que inducen al lector a construir su propio «hecho», lo cual lo hace aún más dramático e intenso.

También es interesante señalar el estilo, el uso de la narración en primera persona y en presente es un acierto en un relato en el que la acción se supedita a la reflexión y que logra que el lector repose sobre el estado de ánimo del personaje-narrador y se deje llevar por él.  Se pasa junto al personaje por sus diferentes estados de acción, percepción e interpretación.
Por último resaltar que se trata de un relato perfectamente medido, en el que no sobra ni una sola palabra. Una narración muy limpia con un escaso uso de los adjetivos que obliga al leerlo a construir el mundo en el se mueven los personajes, dotándolo de flexibilidad.

Un relato así, sin duda, tiene técnica. Pero ¿podría llegar a escribir así alguien con una actitud que la hija de Sensini califica  de «pistoleros» o «cazarrecompensas» o «cazadores de cabelleras», «algo así»?

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¿Puede resultar que un humilde jurado de «lo hago por la literatura» sea carnaza de esta forma? Vaya motivo para un debate.

El caso es que, un día, en la piscina (uno ya se acostumbra a llevar 10 o 15 relatos siempre encima, en la mochila, por si tiene un rato tonto en cualquier parte) y se encuentra con otro texto que se llama «Godzilla Cañí», y cuya plica revela que pertence a Alejando Morelión Mariano, y sobre el que el jurado delibera y se pronuncia sobre el:

PRIMER PREMIO:

El jurado ha valorado, inicialmente, la forma inmediata en que establece un pacto de lectura con el narrador. Cómo consigue trasladarnos a un mundo perfectamente identificable como el nuestro pero en el que, súbitamente, suceden cosas prodigiosas.

Durante toda su extensión, el autor consigue mantener el asombro y la curiosidad gracias a un desarrollo de los acontecimientos fantásticamente medido. Los eventos se van concatenando de forma gradual y lógica pero sin dejar nunca de sorprender, con una intensidad creciente y que se resuelve con brillantez.

El uso del lenguaje es excelente. Destaca el ritmo, muy trabajado y efectivo como acompañamiento de la acción. No faltan momentos de humor, de ironía y niveles de subtexto. De hecho, el relato cuenta con una doble lectura accesible a un espectro de lectores muy amplio, pero sin resultar obvia.

Estaréis de acuerdo con nosotros en que conseguir eso tiene mucho mérito.

Por eso creímos que los premiados tenían que apoyarse en una pasión muy genuina por la literatura. Contar con relatos de tanta calidad como estos -o algunos otros, excelentes, que se han tenido que quedar fuera-  es una suerte para un certamen tan joven como éste. Son textos de escritores ya maduros, pero que -por su edad- sin duda cuentan con un gran potencial.

Por todo ello, y aunque seguramente no haga falta, queremos animamos a seguir con ello. A seguir escribiendo.

Eso sí, tened cuidado. Algo debe de haber de oscuro en todo esto, porque Bolaño alerta. En una de las últimas frases de su relato, el narrador habla con la hija de Sensini: «Es que él era un escritor muy bueno, dije yo. Joder, dijo Miranda y se levantó y salió al patio, como si yo hubiera dicho algo que la hubiera ofendido«.

Qué lo hizo exactamente, quizá sea algo que sólo pueda vislumbrarse a través de la buena literatura.

2 comentarios en “Sobre concursos literarios II

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