A sabiendas de que la esperanza no está ahí, Pandora vuelve a hundir su mirada en el ánfora hueca. Vistas desde sus ojos los bordes se inmensan. Las curvas crecen y se alejan. Lo más fácil es trastabillarse y caer. Las paredes, entonces, cobran vida y se revelan como la inmensa matriz, irremediable, de que salimos todos.
Dadora de vida entre todo Occidente, allí está Eva.
De estas mujeres, Eva es quien se siente la más afortunada. Creada a partir de una costilla de su Adán, él la perdonó a pesar de sus errores. Siguió a su lado pese a haber contradicho la Ley de Dios –querer saber-, de haber comido del fruto del árbol prohibido, de haber maldicho el suelo, instaurado la muerte, de parir con dolor y tener en la serpiente a su enemigo.
A pesar de todo ello, tiene a Adán.
Claro que él se encarga de recordarle su culpa a cada noche. De hacerle la contabilidad exacta del sudor de su frente que, por ella, cada día se ve obligado a derramar.
Eva acepta sentir atracción por su marido y que éste le tenga autoridad. Pero algunos días se siente tan baja, tan menospreciada y doliente, que le gustaría no haber sido creada a partir de una costilla suya, sino en todo igual a él. En ocasiones –varón y hembra, los creó– le gustaría ser Lilit.
Lilit la que no acepta yacer bajo ningún Adán. La que se sabe hecha del mismo polvo y es capaz de pronunciar el Verdadero Nombre de Dios. La que fornica con demonios y no teme al hombre.
«¿Pero cómo me atrevo a pensar esto?«, se escandaliza al descubrirse. «Yo que soy la culpable de todo. Señor, lo siento, mea culpa, mea culpa, mea culpa…«
Si se presta la suficiente atención a los gemidos de Eva, es posible seguir trepando los armónicos, cabalgar las resonancias hasta llegar a Hebat, a Nintil…
Seguir remontando el río de la culpa hasta la fuente misma del conflicto. ¿Tendrá también nombre femenino?
El trayecto es propicio para plantearse cuestiones. Y trataremos de entender por qué el mito originario femenino se narra, tan frecuentemente, en perspectiva de otredad. O si era necesaria esa construcción como contrapeso cultural al cordón umbilical. Función paterna frente al objeto a.
Y si nos vino así contado desde siempre.
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Nota: Más mitos sobre el origen de la primera mujer. Aunque no siempre sea humana…
Me encanta compartir ese nombre.