Vivir de incógnito

El otro día, mi amigo Mikel aprovechaba la publicación de su libro para reivindicarse como poeta.

Yo sé que, entre otros, me lo decía a mí. Es una batalla que tenemos abierta desde hace más de diez años. «Serás mejor o peor poeta. Mejor dicho, la calidad de tu poesía será mejor o peor. Pero ¿qué son esas mierdas de ‘aprendiz de poeta’ y así que dice la gente? Yo no conozco a ningún aprendiz de músico que no diga que es músico. Poeta, eres. Porque escribes poesía. Y punto«. Es lo que viene a decir, con éstas o parecidas palabras. Es decir, es el hecho de realizar la actividad la que otorga el derecho de decirlo.

Y yo sé que tiene bastante razón. Pero ¿qué queréis que os diga? No me gusta presentarme en ningún sitio como poeta, dramaturgo, escritor o nada parecido. Primero, porque no lo soy profesionalmente (¿y quién lo es, verdad?). Segundo, porque no sé hasta qué punto una actividad que realizo durante X horas de mi tiempo de ocio me definen hasta el punto del «ser». ¿Soy jugador de mus? ¿Espectador de televisión? ¿Internauta? ¿Deportista? ¿Bebedor de cerveza? Supongo que sí, pero no son cosas que ponga en mi tarjeta de visita.

Sin embargo, algo tienen determinadas aficiones relacionadas casi siempre con el mundo de «lo elevado» que resultan particularmente tentadoras. Al menos, creo, para determinadas personas.

A mí me suele poner en alerta la gente que «tiene pinta de». Posteriormente, conoceremos a la persona y podrá ser estupenda. Pero reconozco que se me activa un chivato en la cabeza, una luz roja, cuando, a primera vista, se hace evidente que uno es intelectual, anarquista, adinerado, rockero, feminista, santo, homosexual, DJ …poeta.

«Incógnito» de Kristian Wahlin

Ahí es cuando tengo mis sospechas. Porque suele coincidir con la voluntad de proyectar una imagen. Con la necesidad de convertir un rasgo, uno entre tantos, en algo identitario. Puede ser que ese algo genuinamente les guste, se sientan parte o incluso sean buenos en ello. Pero, sobre todo, creo que lo que quieren es ser tratados de una determinada manera.

Y me parece una pena.

Porque una identidad completa, lo que una persona es, integra necesariamente un sinnúmero de rasgos.  Cuando alguien elige hacer de uno de ellos algo dominante se está estereotipando, se está limitando a sí mismo. Una persona es muchísimo más que cualquiera de sus partes. ¿Por qué hiperdimensionar una sola de ellas?

Volviendo al caso particular, no me gusta que los poetas parezcan poetas. Prefiero que se manifiesten donde no se les espera, como aborígenes, que vienen a decir aquello que es verdad y que nadie alcanzaba a expresar de esa manera.

Mientras esperamos ese momento -si es que nos llega-, vivir de incógnito, pasar desapercibido, me parece mejor práctica.

13 comentarios en “Vivir de incógnito

  1. Vivimos en un mundo gobernado por categorías en el que la definición del individuo, por desgracia, se realiza no por su valor o su descripción en sí mismo sino por el encasillamiento categórico. En este mundo gobernado por eslóganes lo que prima es la palabra para la frase y no su significado o sus adjetivos y matizaciones.

    Por ejemplo, eres un payo desde el punto de vista de un gitano. Y eres un ‘textil’ desde el punto de vista de un nudista. Y además eres ‘normoglucémico’ desde el punto de vista de un diabético. De modo, que sí… aunque no lo quieras eres un poeta payo textil y normoglucémico. Y lo de poeta, lo eres por la misma razón por la que Rastolnikov se convirtió en un asesino: porque en un momento cometiste (cometió) el acto definitorio: matar a la usurera (escribir el primer poema).

    Saludos

    1. Sí, de eso hay mucho. Y me recuerda aquello del «Si me etiquetas, me niegas», que decía Kierkegaard.

      Supongo que la diferencia está en qué etiqueta te ponen y con qué etiqueta quieres que te identifiquen. Más aún cual de ellas haces que sea identitaria de ti mismo. Creo que la peña que vive muy obsesionada con ser adalides de sus propias etiquetas luego se sienten legitimados para decidir quien las merece. Siguiendo con tu ejemplo: ¿sólo con escribir un poema una persona es poeta? Conozco a más de un «poeta» que se llevaría las manos a la cabeza si alguien con un único poema se le presentara como tal.

      No sé. Yo por eso le suelo decir a Mikel que, cuando me preguntan, yo respondo «bueno, yo escribo». Y ya.

      1. Después de tanta letra acabo de descubrir qué soy: bebedor. Creo que es la actividad que hago con más regularidad. Bueno, fumo más que bebo. Y comer, claro, comer. También duermo todos los días, a ser posible un tercio de la jornada. Creo que podría definirme como glotón bebedor y fumador aletargado. No es que me guste mucho la etiqueta, pero si he de ceñirme a las actividades que con más frecuencia realizo, son esas.

        1. Y me temo que es una etiqueta extensible a casi toda la población mundian (¡esos mirmidones! ;) ).

          No sé… Viéndolo de esta manera, creo que empiezo a explicarme el por qué de todas las mierdas del mundo. :D

  2. Las etiquetas son útiles por mucho miedo que nos den. Y nos dan miedo porque huelen a «evaluación» y a «juicio parcial». Lo sano es asumir que nadie es totalmente etiquetable, (somos demasiado complejos), pero uno necesita catalogar de algún modo a los demás, para tratar con ellos de forma coherente y no andar perdido en la inmensidad de rasgos que desplegamos.

    Lo que pasa es que no solemos fiarnos de la capacidad de los demás para emitir etiquetas y no respetamos que alguien nos etiquete por debajo de nuestras grandes posibilidades. Sentimos que nos limitan y que desprecian gran parte de nuestras muchas otras virtudes y capacidades… Ego, ego, ego…

    En cualquier caso, el etiquetado, es práctico.

    Cada vez que entro aquí, e independientemente de todo lo que pueda saber de ti, o lo que hayamos tratado, te calzo la etiqueta de blogger y me relaciono contigo en la esfera que ésta nos otorga. Y si consideras que no has escrito lo suficiente como para auto-etiquetarte como blogger, está bien… ¿pero por qué no respetas que yo opine lo contrario?

    Tu vida privada no está aquí y tu vida profesional tampoco, por lo tanto, hay un sinfín de etiquetas que ignoro al «percibirte». Y esto en realidad, ¿quién lo ha elegido?. Sin duda, has sido tú, porque lógicamente, ni yo puedo etiquetarte en toda tu extensión, ni tú puedes mostrarme todas tus etiquetas. Si somos conscientes de ello, si respetamos que tú muestras las facetas que quieres y que yo las etiqueto como me conviene, si lo aceptamos como algo natural y muy práctico, e incluso necesario para determinar la naturaleza, bases y límites de nuestra relación, las etiquetas dejan de dar miedo. ¿O no?

    1. Muy buenas, Sonia. Estoy de acuerdo en lo que dices de las etiquetas y de cómo suelen tomarse. (De hecho, el discurso típico al respecto va en la línea de lo que dices: miedo, desconfianza, limitación…)

      Sin embargo, a lo que me estaba refiriendo con el artículo no es a las etiquetas que le ponen a uno (lo cual es inevitable), sino a aquellas que uno mismo se pone. Las que elige y proyecta.

      Me parece más que razonable que pienses en mí como en un blogger, ya que nos conocemos de ese ámbito. Pero si yo fuera por la vida con una camiseta de wordpress con la URL de este blog, diciéndole a todo el mundo lo bloguero que soy y sacando constantemente el tema en cada conversación… ¿No me estaría limitando a mí mismo?

      Creo que hay bastante gente que hace cosas equivalentes. Que proyectan imágenes que son casos particulares de actitudes tipo: «respétame – soy un tio importante», «tenme miedo – soy peligroso», «siéntete impresionado – soy especial», «compadéceme – soy un atormentado»…

      Yo me suelo sentir más cómodo con la gente que, en general, «no va de nada». Suele haber menos personaje y más persona. ;)

          1. A mi lo que me cruje es que alguien no vaya de nada… ¿qué hago yo con una persona que no va de nada? ¿A quién le interesa una persona sin etiquetas?

            Volvamos al ejemplo de los bloggers (no a ti). Si uno ya ha escrito su primer post, que se compre la camiseta de wordpress y pregone a los cuatro vientos que ya es blogger, me parece estupendo no, lo siguiente.

            (Me molesta tanto la prepotencia que describes, como el exceso de modestia, así como esa gente que se pasa el día calibrando el derecho o la conveniencia que tienen los demás a calzarse las etiquetas que les da la gana… pero aquí hablamos de etiquetas).

            Debemos encontrar aquello que nos apasiona y nos diferencia y mostrar nuestras etiquetas sin complejos.

            Si te sientes «escritor», dame la etiqueta para que yo pueda jugar con ella. Dame la pauta. Así, nos ofrecemos un punto de partida desde el que iniciar la relación, desde ese lugar que nos gusta a los dos. La categoría de esa etiqueta, o su alcance, «profesional» o «aficionado», ya tendrás tiempo de matizarla. Pero como no me plantes la primera en la frente, no haremos nada.

            No sé si te has fijado, pero en las bios de las rrss suelo poner 3 etiquetas: W-orkaholic W-ebsurfer W-aiting 3.0 (Podría ser peor, podría ser «juez de certamen literario» o algo así) ;P

            Trabajo 30 horas al día, pero «surfear por la web»… surfeo 1 hora a la semana o menos. Y la exhibo porque me encanta. Porque si pudiera me pasaría el día haciéndolo y porque poniendo esa etiqueta, otros surferos se acercan y comparten conmigo lo que han hecho. No sé si me estoy explicando bien.

            1. (…y después de aumentar el número de niveles en el que pueden anidarse los comentarios, respondo. ;) )

              A ver, estamos de acuerdo en que uno es muchas cosas. Y sí, está en su derecho de compartirlo. Sus gustos, sus actividades y sus pasiones. Es algo legítimo, saludable y, en cierto grado, inevitable.

              A lo que me refería en el artículo es a cuando uno de esos se vuelve DOMINANTE y parece que ya no hay persona detrás del arquetipo. Me estoy acordando, por ejemplo, de un feriante que venía en sanfermines. Con su gorro con pluma, su barba, su expresión afectada… todo ello tan de poeta, que uno no podía verlo sin decir «mira, un poeta». Pero a mí eso me parece lo contrario de la autenticidad. Me parece disfraz. Me parece máscara y hasta coraza.

              Y ojo, en el artículo digo que «Posteriormente, conoceremos a la persona y podrá ser estupenda. Pero reconozco que se me activa un chivato en la cabeza, una luz roja, cuando, a primera vista, se hace evidente que uno es…»

              Es decir, que no creo que haya que descartar a nadie por la intensidad con la que proclama sus etiquetas. Pero sí que, de primeras, me siento más cómodo con gente menos …artificiosa.

              (Por cierto, para la etiqueta esa de pinchauvas que tanto te gusta ya habías hecho méritos suficientes. ¿Ahora qué, vas a por nota? XDDD

              Nah… ya sabes que estoy encantado de tenerte por aquí. ;) )

              1. ¿Por qué cada vez que me llamas pinchauvas me da la risa floja? Me hace mucha gracia!!

                Y no, lo que intento es que veas que te equivocas, sin decirte lo equivocado que estás porque eso me parece demasiado arrogante, hasta para mi. Así que pincho y chincho a ver si salta la liebre (a veces me sale bien), pero eres más cabezota que yo (y sí, te regalo la etiqueta). ;P

                A ti no te molestan las etiquetas, Luis. A ti lo que te molestan son los idiotas. Pero como lo estás enfocando mal, llegas a la conclusión de que es mejor «Vivir de incógnito». Error.

                Es como si dijeras que viendo los políticos que tenemos, llegas a la conclusión de que es mejor no ser demócrata… Pues algo parecido estás planteando con lo que, en definitiva, es un tema sobre la propia identidad.

                No me vale con que me des la razón. Si no consigo convencerte, lo dejamos en tablas xP

                1. Sí, sí… A ti te sueltan con un alfiler en California y le arruinas la cosecha a la familia Chanin! ;)

                  La idiotez es molesta, sí (¿leíste el texto de Cipolla que compartió Dolors el otro día sobre la estupidez?: http://piensoparatodos.com/cosas/estupidez%20humana.pdf ). Pero no me suele gustar hablar de personas idiotas, sino de comportamientos idiotas. Porque no me gusta «etiquetar» a individuos, sino a acciones. Y, en este caso, el acto que identifico como «sospechoso de ser idiota» es el del artículo. Autoetiquetarse para anularse.

                  Pero vaya, que firmo unas tablas contigo. Y si son de queso, mucho mejor. ;)

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