Imagináos la escena. El joven Matemático Maya de hace dos mil años, llega exultante a donde el Sumo Sacerdote.
MM: ¡Señor, mire, he encontrado una forma de hacer calendarios!
SS (con los ojos torcidos): ¿Calendarios? ¿Y eso qué es?
MM: Pues unas movidas para saber cuando viene el invierno y cuando el verano.
SS: ¿Ah, si? A ver, haz que venga el verano.
MM: No, no… yo sólo puedo decir cuándo va a venir, no hacer que venga.
SS: Ya… Y… ¿eso para qué sirve?
MM: Pues para saber cuando hay que sembrar, por ejemplo, cuándo llegan las lluvias, cuándo…
SS: Mmmmm… bueno. Puede que sea útil. A ver, calcúlame las siguientes estaciones y dime qué hay que hacer.
Así que el Matemático lo calcula, le dice y el Sumo Sacerdote sigue sus consejos. Ordena a todo el mundo cuándo sembrar, cuándo recolectar, etc… Y, como son más eficientes, la comunidad entera se beneficia. Todos alaban al Sumo Sacerdote, que está encantadísimo de haberse conocido.
SS: Oye, me ha gustado el invento este del calendario. Cálculame unos cuantos más.
MM: Sin problema, señor. Ya tengo calculado otros dos años.
SS: Uy no, eso es muy poco. ¡Necesitamos muchos más!
MM: Pero señor, no hay prisa en…
SS: Ni prisas ni gaitas. Ya me estás calculando montones de calendarios más ¿o vamos a tener que hacer un sacrificio contigo?
Y el Matemático Maya se va, cabizbajo, a hacer más calendarios. A él le hubiese gustado inventar el cálculo integral, pero ahí está, anotando fechas. Un año y dale y venga y otro más. Y cuando ya está hasta las narices se le ocurre una idea.
MM: Señor, que me he dado cuenta de que al llegar a 52 se completa un ciclo y…
SS: Ahá, ¿entonces?
MM: Bueno, pues que después del 52 podemos volver al primero.
SS: ¿Volveremos al pasado?
MM: No, no, no… pero iremos al primer año del segundo ciclo, que se cuenta igual, pero…
SS: Uy… no, no, no… ¡Qué complicado! ¿Sabes qué? Casi mejor, me calculas también los de los demás ciclos.
MM: ¡Pero si son iguales!
SS: A ver, chaval. ¿No ves que te contradices? Si me acabas de decir eso que pasa con el segundo nosequé del año ciclo…
MM: Pero si…
Entonces el Sumo Sacerdote le hace un gesto con la cabeza señalanado al altar de los sacrificios humanos.
Los ciclos van pasando y todo el mundo alaba al Sumo Sacerdote por lo bien que calcula las estaciones. A la misma gente, mientras, se le ocurre usarlos también para recordar cuando nació su hijo, el vigésimo, o cuándo hubo tal batalla.
De vez en cuando el Sumo Sacerdote se acerca al cubil del Matemático, ya maduro, y le pregunta.
SS: ¿Qué cuantos llevas?
MM: 465 años…
SS: Uy, no. Necesitamos muuuchos más.
«¿Sabrá este hombre lo que significa el número 465?» se pregunta el Matemático.
….
MM: 857 años.
SS: No me basta.
MM: ¡Es más de lo que viviremos cualquiera de nosotros!
SS: Ya… ¿y nuestros hijos?
MM: ¡También!
SS: ¿Y sus hijos?
El matemático se da cuenta de que por ahí no va a ninguna parte y suspira con resignación.
…
MM: 1.354
SS: Todavía es muy justo…. Por cierto, ¿y si los cuentas también para atrás hasta el comienzo del mundo?
MM: ¿Para qué demo…
El Sumo Sacerdote, como quien no quiere la cosa, se lima las uñas en el altar de los sacrificios.
El Matemático está desesperado. Su pelo está completamente blanco, su espalda encorvada y se ha quedado casi ciego. No ha hecho otra cosa en su vida que calcular calendarios.
Pero tiene una última idea. Finalmente vuelve a donde el Sumo Sacerdote.
MM: Señor, ya he calculado más de dos mil años hacia atrás y otros tantos hacia adelante. Un total de 5.125 años. ¡He completado la cuenta larga!
SS: Ya, ¿y qué pasará cuando se nos acaben?
MM: ¿Que qué pasará? ¡¿Que qué pasará maldito ignorante?! ¡¡¡QUE SE ACABARÁ EL MUNDO!!!
(Silencio)
SS: ¿Si, eh?
MM: Llegará una serpiente emplumada de las montañas, o un lobo del cielo, o un ornitorrinco* maligno del fondo de una charca. ¡Yo qué carajo sé! ¡Pero que se acaba el mundo, se acaba FIJO!
SS: Bueno, bueno… si te vas a poner así…
Una pena que, como ya no lo necesitaban para nada, hubo que sacrificar al Matemático…
CONCLUSIÓN: Si el calendario Maya lo hubieran inventado los chinos, el mundo se acabaría en el año 257.312, por lo menos. (Y si no me creéis, mirad como se les ocurrió la misma idea tanto a los griegos como a los chinos para aproximar pi. La cosa era usar un polígono inscrito y otro circunscritos, el perímetro de la circunferencia debía de estar entre ambos números. La diferencia fue que Arquímedes usó un polígono de 96 lados. Liu Hui uno de… ¡3072!)
* Cómo molan los ornitorrincos, ¿eh? Como nutrias-castores con picos de pato que ponen huevos, maman, son venenosos…. Buah. ¡Qué bichos!
XDD (yo quiero de esos cereales que alguno se desayuna…)
Pero muy interesante, lo qué aprende uno de los detalles irrelevantes y periféricos que atraen automática e involuntariamente la atención…
– Que la pasta de dientes de toda la vida tiene Universidad propia.
– Que el ornitorrinco no es que mola, es que es digno de un post sólo para él, por guapo:

1) Tiene moneda propia
2) Son capaces de detectar si has movido un músculo por el campo eléctrico generado…
3) Alimenta a las crías con balsas de leche en el abdomen que sale de los poros de la piel…
Alucinante… (y que algún maya los conociera también, jeje).
Pues yo creo que se el mundo se acaba en el 2012 fijo. Es más, he dejado de jugar a la lotería y vendido mis órganos con un contrato de prepago y ejecución el 31 de Diciembre de 2012.