Contactar a Danny fue sencillo, pero pasaron bastantes días hasta que por fin respondió. Decía entender perfectamente la curiosidad. Él también quería saber.

Confirmó que estaba escrito en hebreo moderno -claro que, «moderno», en este contexto se refiere a menos de 2.000 años-. Que el estilo de las frases era bíblico (arranca con un «Yo soy el Dios…») pero que no estaba del todo convencido de que fuera el idioma materno de quien lo escribió.

Consiguió arañar un puñado de palabras completas. Sobre el sentido general y se aventuró a decir algunas cosas. Opina que el texto está motivado por la muerte de alguna persona y que el escritor, que es creyente, considera que así ha ocurrido por voluntad de Dios. Todo es voluntad de Dios para él. Podría tener que ver con un crimen o traición que la persona muerta cometió -en opinión del autor-.

Desgraciadamente, la tabla estaba demasiado sucia, la foto tenía brillos, había demasiados caracteres ilegibles. «Si podéis sacar más fotos, no dudeis en mandármelas». «Por favor, decidme si os puedo ayudar más».

Ana intentó sacar alguna foto más clara, pero no cambiaba demasiado la cosa. Luego me dió la tablilla para que siguiera avanzando durante sus vacaciones.

Era más pequeña de lo que esperaba, del ancho de un folio, yo diría que el material es plomo y que el tallado es a mano, con un punzón.

La he tenido sumergida en coca-cola durante días y ha quedado bastante más limpia de cara a escanearla. Además, he hecho una impresión a lápiz de la misma, como en esas manualidades del colegio que nunca se me dieron bien, y pienso que se lee bastante mejor. Es la foto de en medio.

Danny tiene ya las imágenes en su correo. Veremos qué consigue sacar ahora…