Escribo esto el 17 de marzo de 2020. Si estás leyendo este post, te imagino como si me conocieras personalmente. Hay demasiado ruido, bulos y desmentidos ahí fuera como para añadir un “yo no soy epidemiólogo, pero…”. Por eso he dudado tantísimo en publicar esto aquí, un blog, de manera indiscriminada y para público general. Es algo que me gustaría compartir con personas cercanas, con las que podría hablar en los mismos términos, en cualquier terraza de cualquier bar, tomando una caña -como espero que volvamos a hacer no tardando tanto-. Y me imagino a un interlocutor preocupado, en ocasiones hasta hecho polvo, con la situación de incertidumbre que ha supuesto el tema del COVID19, una crisis global cuyas consecuencias son aún incalculables.
Yo también he leído mucho sobre el tema y me he generado una serie de ideas. Sin autoridad, pero razonadas. Que podemos compartir o no, pero que dejo a tu disposición para una lectura crítica y cercana. No nos vamos a enfadar. Esto no es un artículo científico y seguramente es muy criticable a nivel de “cherry picking”. Pero creo tener poderosos motivos para el optimismo y no me los quiero guardar para contigo.
Porque hoy voy a hablar de la esperanza.
1) Es la guerra
Lo primero que quiero dejar, cristalinamente claro, es que la situación no es ninguna broma. Ahora mismo, el principal “valor a preservar” son las vidas humanas. Hay muchas en juego de manera directa e indirecta. Porque sufran una enfermedad agravada o porque los servicios sanitarios se encuentren colapsados y una simple apendicitis no pueda ser atendida.
El coste en vidas, inevitablemente, va a ser alto. Lo más probable es que la mayoría de nosotros va a tener gente conocida, más o menos cercana, que se vaya antes de tiempo. Y eso hay que asumirlo.
Personalmente, no puedo evitar ver en esas muestras de solidaridad en las ventanas, en esos discursos del presidente, resonancias de los momentos previos a las guerras. Esta vez el enemigo es de otra especie, invisible y casi fantasmagórico. Lo prefiero. Nos mantiene a los humanos en el mismo bando.
La estrategia que estamos llevando a cabo en la mayoría de los países de “Aplanar la curva” es un decisión que nos define. Estamos dispuestos a trabajar y sacrificarnos por los más vulnerables. Aunque no seamos capaces de medir todas las consecuencias de esta decisión todavía.
A este respecto, creo que merece la pena leer bien este artículo del gran Nacho López Goñi: la vacuna somos todos.
Un matiz importante que a menudo creo que se entiende mal: aplanar la curva no significa evitar que la gente enferme. Sino evitar que todo el mundo lo haga a la vez. Pero el plan pasa porque enfermemos la mayoría. Al menos, los más sanos.
2) Lo que sabemos
(Nota: Sobre lo que “se sabe” del virus hay múltiples fuentes válidas. Es cierto que con demasiadas incógnitas todavía, por la novedad del tema, pero gracias a los esfuerzos dedicados se saben bastantes cosas ya. Yo trabajaré con la de «unautes» que me parece confiable, amplia y razonablemente asequible)
Desde los medios nos bombardean sobre con contadores de los casos detectados por provincia y país o número de muertes. Son unas cifras con las que es fácil provocar reacciones emocionales y que justifican, en gran medida, las respuestas que se están llevando a cabo. No cabe duda de que, durante días, las noticias seguirán siendo nefastas. Da lo mismo. Eso ya ha ocurrido.
Porque, ¿qué es lo que verdaderamente estamos midiendo?
La inmensísima mayoría de los tests que se están llevando a cabo lo que buscan es la “presencia del virus” (tests PCR). Esto significa, básicamente, que o estás pasando la enfermedad o no se ve nada. Un paciente asintomático que se ha recuperado por completo y es inmune (sé que hay rumores, pero parece bastante seguro que la inmunidad es, cuando menos, temporal) da el mismo resultado que la población sensible. Es decir, la que nunca se ha encontrado con el virus.
Si a eso añadimos que la inmensa mayoría de los análisis se realizan a personas que están ya de por si, graves, ¿cómo de representativa es la muestra? Simplemente sirve para confirmar, tarde, lo que ya se sabe.
Por lo tanto, los repetidísimos resultados de 80% de asintomáticos, 20% de hospitalarios, de los cuales la cuarta parte (5%) necesitan atención en UCI se refieren únicamente a los que se se han testado. ¿Y cuándo se hacía eso? Cuando un paciente estaba grave y, en las primeras fases de expansión, también a su círculo cercano.
En resumen: solo hemos analizado a sospechosos y, de esos sospechosos, la mayoría la pasan sin mayores problemas. A mí eso me hace pensar, y cada vez siento una mayor certeza, que lo que estamos viendo no es más que la punta del iceberg.
3) Lo que sabemos que no sabemos
Una gran pregunta, por tanto, está en saber qué porcentaje de la población ha entrado en contacto con el virus y actualmente ya no es sensible al mismo. Personas que no solo no van a enfermar -porque lo hicieron con síntomas leves o incluso sin ningún síntoma-, sino que además están evitando su propagación. Es la llamada “inmunidad de grupo”, uno de los efectos más beneficiosos de las vacunas y que aquí podríamos estar consiguiendo de manera natural. A puro “sistema inmune” de la población más sana.
En estos momentos, el CDC de los Estados Unidos se ha marcado como una de sus prioridades trabajar en la creación de test fiables, rápidos, baratos y que se puedan producir en masa para conocer no la presencia del virus, sino del anticuerpo (tests serológicos). Su intención es analizar en masa para tener una visión mucho más precisa de la situación y tomar mejores decisiones.
Un dato esperanzador es que en los países en los que más tests se han realizado (Corea del Sur, principalmente) la mortalidad es muy inferior a los países (como Italia o España) en los que solo analizamos a los que están ya muy mal.
Creo que estas gráficas de distribución de población (azul) y tests realizados (naranja) en Corea del Sur e Italia hablan por sí mismas (también lo explica mi broda):
En resumen: si solo contabilizas los casos muy graves, la gravedad del virus estará sobrerrepresentada. (Es lo que se llama “sesgo de gravedad”).
El punto central de todo esto que estoy escribiendo, por tanto, se basa en la presunción de que el virus está mucho, pero muchísimo más propagado de lo que se dice en prensa. Probablemente en un factor entre 10 y 100 veces superior.
Y esto, que hace unos días me lo estaba pensando yo por mi cuenta, tiene sus fundamentos. En un artículo publicado nada menos que en Science se estima que el 86% de los casos ocurridos en Wuhan (ojo, no en el mundo) pasaron “desapercibidos”. Y otros artículos, aún sin revisar por pares, hablan de que pudo llegar a entrar en contacto con el virus (y, por tanto, a ser inmunes hoy) el 19% de la población. Es decir, casi 2 millones de personas en lugar de 50.000 (un factor 40).
Todos estos números bailarán sin duda muchísimo durante los próximos meses. Pero si se confirma con los tests serológicos sería una excelente noticia. El factor resultante significará, simultáneamente, cuántas veces más población inmune existe y en qué proporción el virus es menos grave/letal.
Eso no devolverá ni una sola vida, es cierto. Pero es altamente esperanzador.
4) Que entre la ciencia
¿Y en qué está trabajando la ciencia para protegernos de esto? Pues básicamente en las vías de siempre para los virus:
a.- Una vacuna: Se está trabajando desde muchas perspectivas y técnicas. Nadie duda de que la vacuna se llevará a cabo. Pero los plazos, lo dice la naturaleza que es tozuda, no serán breves. Al menos un año, le explicaba el editorial de Science al necio de Trump. Supongo que no nos sirve para levantar los corazones. Pero es fundamental para el futuro a medio y largo plazo.
b.- Una cura: Actualmente existen decenas de ensayos clínicos en marcha. Algunos con nuevos fármacos (por lo que no podrían empezar a utilizarse masivamente hasta que no superaran diversos controles muy costosos), pero muchos otros con antivirales ya conocidos. Esta segunda opción sería muchísimo mejor, porque acortaría los tiempos de manera muy significativa. En el momento de escribir este post, una de las mejores noticias tiene visos de convertirse en realidad. Que la cloroquina, un fármaco súper conocido y baratísimo, parece efectivo como cura y como medida para evitar los contagios. SI SE CONFIRMA, el escenario podría cambiar de aquí a semanas. (Me gusta mucho lo que dice el doctor Enjuanes en El País, aunque no precisa el nombre del medicamento).
c.- Sueros: Una alternativa que también parece estar funcionando es la obtención de plasma de donantes que ya han superado la enfermedad para compartir sus anticuerpos con enfermos y vulnerables. Sería una manera de «amplificar” el efecto de la inmunidad de grupo. Y China, que es el país que más personas recuperadas tiene, ya está trabajando en ello.
Cada una de esas líneas, si tiene éxito, va a proporcionar cobertura a alguna parte del problema, aunque ninguna va a resolver por sí misma el conjunto de la situación.
En cualquier caso, basta con que cualquiera de esas soluciones funcione para que el escenario cambie positivamente y de manera muy significativa. Por ejemplo, una cura efectiva, puede reducir la gravedad de los enfermos hospitalarios, los tiempos de ingreso o UCI, la ocupación de los respiradores… Con todo ello se podría atender mejor a quien lo siguiera necesitando y también a los terceros, enfermos de toda patología, cuyas enfermedades desgraciadamente no se han «quedado en casa».
Por cierto, un detalle que no quiero pasar por alto: Gracias a las décadas de inversión e investigación en virus en general y el del SIDA en particular (que estamos empezando a curar), existe un conocimiento incomparablemente superior al que se tenía hacía pocos años y que hoy nos puede dar la vida. Hay que invertir en ciencia, familia. El conocimiento es un valor de potencial insospechable.
5) Hacer que llegue
El desafío entonces estará en fabricar y distribuir los tests, las curas, las vacunas por todo el planeta y a las personas que lo necesiten. El desafío es mayúsculo, corriendo a contrarreloj como estamos y sin margen de error.
Confiar en una cura inefectiva o insegura, tomar decisiones de amplio calado basadas en datos de mala calidad o incompletos, etc, son imprudencias que podríamos pagar demasiado caras.
Así que contengamos un poco la expectativa. Incluso en el mejor de los casos, pasará un tiempo hasta que las buenas noticias lleguen a materializarse en nuestras vidas.
6) Las estrategias de los países
La mayoría de los estados y sus sociedades civiles hemos reaccionado a unos números que nos venían de China, bastante escalofriantes y que pronto daban resultados imposibles. Interpretando lo que decía el epidemiólogo Jacobo Mendioz, a mí me queda claro que «no hagan cuentas en sus casas, niños». (Aunque hay juguetes (1) preciosos por ahí (2)).
Al final, casi todos hemos recurrido a medidas sin precedentes de contención y pánico, con las consecuencias nada triviales de estrés y ansiedad que muchos de nosotros hemos sufrido.
Por eso sorprende tanto Reino Unido cuando decide coger el toro por los cuernos y -una vez más como en una guerra- asumir que habrá bajas y dejar que la gente se lo agarre sin apenas medidas de control.
A priori, con lo que sabemos hoy, parece una estrategia extraordinariamente arriesgada. Y no faltan voces expertas que la critican. Pero no están locos. Han hecho sus cuentas. En China llevan perdidos más de 200.000 millones de dolares con los más de 50 días de bloqueo y la crisis económica global que se nos viene a todos encima es más que preocupante. Las crisis económicas, por cierto, también tienen un coste en vidas. Es indirecto y difícil de medir, pero es.
Os recomiendo mucho la discusión que hace de este tema Juan Ignacio Pérez Iglesias: La alternativa del diablo.
En cualquier caso, a mí me alegra en lo personal estar en este lado, el del continente, pero tener un vecino dispuesto a asumir esos riesgos. Porque si les funciona, copiarles será lo fácil. Y si se estampan, me queda un poquito más lejos.
Sobre geopolítica hablamos otro día. Pero que nadie dude que las posiciones de cada Estado y Unión respecto a este tema van a tener una larga cola.
7) ¿Cuando veré a los abuelos?
Y, con todo esto, llegamos a la reflexión personal. La de nuestras vidas.
Es de entender que una vez que se han puesto en marcha mecanismos como los actuales se generan unas inercias difíciles de controlar. No es realista pensar que las cosas vayan a volver a ser como eran en un plazo inferior a semanas o incluso meses. Es mejor no pasarse de optimistas, de hecho, como comentaba en un hilo de twitter un marino curtido en situaciones de encierro.
La efectividad de los tratamientos y los resultados de los test serológicos serán fundamentales para definir los escenarios en los que nos movemos y los riesgos que podamos asumir. Por ejemplo, si se demuestra que ya existe un 10% de la población inmune no es lo mismo que si se demuestra que es del orden del 70%. Si la eficacia de una cura con antivirales seguros y baratos es lo suficientemente buena, podremos asumir más riesgo en la propagación controlada. La curva no tendrá por qué ser tan tan plana. No tendremos que distanciarnos socialmente hasta el punto actual. Haremos antes el trabajo con recuperaciones más rápidas, mejores tratamientos para los graves y menor saturación en las UCIs.
Pero también en eso soy optimista. Creo que en semanas tendremos más de una buena noticia a ese respecto, como he comentado antes.
En cualquier caso, nos gusten más o menos, las decisiones que hemos tomado como estado y como sociedad civil nos marcan una estrategia clara. Tal vez no estemos de acuerdo en todo, tal vez esté lejos de ser la óptima. Pero considero mucho más responsable seguir a rajatabla una estrategia con carencias que remar cada uno por su lado. La peor estrategia es la que no se sigue.
Más tarde, sin duda, habrá que valorar la gestión de la crisis que se ha realizado. Y el mundo se llenará de «Capitanes A Posteriori«. Paciencia. Incluso con nosotros mismos.
Así que sí. #YoMeQuedoEnCasa. Y no sé cuándo volveré a ver a mis padres. Me hago a la idea de semanas o pocos meses. Y que posiblemente despediré a personas antes de tiempo (no negaré que estoy seriamente preocupado por alguno con nombre y apellidos). De alguna manera se concentrarán las noticias tristes en un periodo de tiempo demasiado breve.
Intentemos que el dolor -para todos- sea mínimo. También psicológicamente. Por eso quería contaros todo esto. Porque yo ya he pasado -afortunadamente, con la mejor compañera de viaje- por varios episodios de ansiedad y frustración, de miedo e incertidumbre. Y sé que, en alguna medida, volverán.
Pero no estamos solos.
Y hay motivos para la esperanza.
Me ha gustado mucho Toto, gracias por tomarte este tiempo para explicarlo tan bien y compartirlo. Estoy bastante de acuerdo con tu análisis. Ahora mismo me dan más miedo las consecuencias sociales, emocionales, psicológicas…del confinamiento que la letalidad real del virus. Mientras te leía me he acordado de tus magníficos abrazos de oso, lo he sentido en la distancia de algún modo pero espero reencontrarlo físicamente al otro lado de la curva. Hasta entonces, recordarte que te quiero y que eres importante para mí.
Muchas gracias. Este era el efecto que buscaba.
No es momento para guardarnos cosas que puedan ayudar, ¿no crees?
Y ese abrazó llegará. Yo también te quiero un montón.
¡Ánimo!
Qué grande eres Toto. Me quito el sombrero. Un abrazo.
Me encantó, cómo no!
Siempre has tenido mi admiración y simpatias al por mayor, gracias por permitirme leer esto, por acercarme a estos motivos para la esperanza.
Un abrazo enorme!