Justificar lo ya aceptado

Hace unos cuantos años, Carlos nos explicaba uno de los motivos del éxito del cortometraje «7:35 de la mañana« de Nacho Vigalondo.

Si no lo habéis visto, os lo recomiendo. Son ocho minutos intensos. De hecho, funcionan tan bien que fue nominado al Óscar. Casi nada.

No es imprescindible verlo para lo que quiero contar, pero casi que os espero al otro lado del vídeo, ¿ok?

Según entendí a Carlos, uno de los méritos de «7:35» es que justifica una convención del cine musical clásico. Eso tan absurdo de que todos los personajes de la escena se pongan a cantar de repente, la misma canción y hasta bailen acompasados. ¿Qué cosa más rara, no? Sobre todo porque lo aceptamos tan anchos. El cine musical es así y punto.

Pues bien, resulta que en «7:35 de la mañana» entendemos perfectamente por qué ocurre. El tipo está tan loco (ok, esto es un espoiler pero, eh, de los primeros minutos de un corto…) que les ha dado a todos un papel con la letra y les ha amenazado con detonar una bomba si no cooperan con su número. ¡Coño, eso sí es un motivo! No necesitamos sospechar de que el lechero y el cartero quedan por las tarde para ensayar.

Cada arte, más aún, cada género dentro de un arte, suele tener sus convenciones. En el cine aceptamos que la luz de la noche es «azul» («noche americana«, que le llaman). O, al igual que en la literatura o el teatro los personajes construyen frases anormalmente correctas (si no me creéis, haced el ejercicio de grabar y transcribir exactamente un diálogo normal, somos casi incapaces de hacer un sujeto-verbo-predicado gramaticalmente válido).

Hay infinidad de ejemplos.

El que me interesa ahora: una convención en la poesía, es el uso de las figuras de repetición. Eso de repetir el comienzo o el final de un verso, el verso completo, o hacer juegos mucho más complejos.

Y el otro día me encuentro con este vídeo que, últimamente, la está petando en las Redes Sociales. El poeta -hasta ahora desconocido- Neill Hiborn presenta esto en un concurso de poesía en Estados Unidos: «OCD» (siglas de «Trastorno Obsesivo Compulsivo» en inglés)

Merece la pena darle al play. Es muy potente.

¿O no?

En mi opinión, el poema, como texto, tiene muchos méritos. Y, sobre todo, su declamación (esa gran tarea pendiente de la mayoría de los poetas) es inmensa. Además, aunque algunos tics son fingidos, Hiborn sufre realmente de TOC. Y eso lo hace aún más testimonial, más valioso, más auténtico. Incluso nos aleja de la razonable suspicacia de que se esté frivolizando con un problema serio que afecta a mucha gente.

Todos eso es, ya de por sí, bastante grande.

Pero hay algo más. Y es que, aunque fuera un actor simulando esa patología específica, para mí, seguiría teniendo un gran valor artístico. Ocurriría que, después de tantos siglos, por fin entendemos esa cosa tan rara de que los poetas repitan compulsivamente los mismos versos: resulta que tienen un TOC.

¡Caso cerrado!

Bromas aparte, alguno dirá, claro, que eso de «justificar la convención» también puede hacerse mal. Es decir, que no funcione como recurso. Por ejemplo, ¿de verdad queremos que nos expliquen con todo lujo de detalle pata-físico de dónde vienen los superpoderes de un superhéroe? Le picó una araña radiactiva, ¡pues tira! Nos vale. Pasamos de movidas midiclorianas y verborrea pseudocientífica, de verdad. Argumento de autoridad: lo dicen los de «el jueves«:

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Entonces… ¿Dónde está la diferencia entre justificar las convenciones bien o mal?

En mi opinión, no tiene nada que ver con cómo de bien justificado esté algo científica, artística o metafísicamente, no.

La verdadera diferencia es mucho más sutil: los que lo hacen bien, no están explicando nada. Lo están usando.

Que los clientes tengan que cantar es una parte central de la historia en «7:35» y la repetición es consustancial a un TOC.

No necesitan hablar acerca de el recurso. Sencillamente, mediante su uso, el recurso se justifica solo.

4 comentarios en “Justificar lo ya aceptado

  1. Si hubiera que justificar, la serie de pelis de James Bond no habría existido. Y así, muchos ejemplos en el cine, OK. Ahora, permíteme que te cambie el decorado (y disculpa que me ponga un poco prosaico). Hace muchisísisimos años, alguien creó el impuesto sobre la renta para resolver una situación transitoria, puntual; era una cosa de una sola vez. Y hasta hoy. Efectivamente «mediante su uso, el recurso se justifica solo».

    1. Claro, no siempre es necesario justificar. Muchísimas veces existe lo que se llama un «pacto de lectura» entre narrador y espectador. Normalmente se establece en los primeros minutos de la obra. «Ok, es como este mundo, pero hay zombies». Por eso a veces nos choca que «el ascensor vaya tan rápido» pero no que haya zombies. Porque estas traicionando el pacto de lectura de que «es como este mundo», y en este mundo los ascensores van lentos.

      En cuanto a recursos que se justifican solo a otros niveles… este… a eso se le llama «tradición», ¿no? Y hay quien la usa para justificar cualquier atrocidad.

  2. ¡Qué pasada la poesía e interpretación del chico americano con TOC. Es realmente impactante. Me ha recordado a Leonardo di Caprio en El aviador.
    No me gustan los musicales ni las películas americanas de súper héroes, por la ausencia de realismo y autenticidad.
    Pero sí me gusta tu artículo.

    1. No he visto El Aviador, pero me estás dando motivos para hacerlo. ;)

      Me parece perfectamente legítimo que te cueste entrar en determinados géneros. Todos tenemos nuestras preferencias. Pero creo que puede haber más realismo y autenticidad en una historia localizada en una galaxia lejana, en un mundo imaginario o con unos personajes fantásticos que en otras ambientadas en Lugo en 2011. En mi opinión, la autenticidad suele tener que ver con ser capaz de representar los conflictos y liberaciones del ser humano, por muy metafórico que sea el lenguaje utilizado para ello. Para eso sirven las historias.

      Gracias por tu comentario. ;)

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